¡VÁYANSE INGRATOS, PERO DEJEN EL HUESO!
Jaime Santoyo Castro
Por más que lo digan, nunca he creído que es un acto de dignidad o de congruencia que una persona, ostentando un cargo de elección popular gracias a un Partido Político, renuncie a su militancia, pero no renuncie al hueso. Será lo que usted quiera, ¡pero eso no es dignidad! El cargo es un mandato; es una encomienda que un Partido político otorga para que desempeñe una función bajo ciertos principios que se encuentran en los documentos básicos del Instituto Político.
No es para cumplirle al dirigente, sino al partido, de manera tal que no es válido que renuncien al partido que les dio la encomienda y se lleven el instrumento que les dio para que la cumplieran.
hay duda de que tienen mucho que ver en esos menesteres de no cuidar la formación, la economía, la educación, la adaptación y el buen vivir y desarrollo del país y sus habitantes; enseguida o antes, se puede cargar de culpa a la sociedad, por injusta, engreída, irracional, permisiva, expoliadora, explotadora y otros etcéteras que sin duda cabrían como anillo pedido al dedo o traje sastre a la medida; no se quedarían sin invocar la familia y los padres como responsables de la pérdida de valores y falta de ejemplos para fincar sólidos principios en los hijos; de ahí en delante todo posible responsable o responsables son o serían viables ¡no faltaba más!… incluidos quienes lo digan o digamos para dar clara muestra de que no nos da miedo enfrentar la parte de responsabilidad que se nos pudiese hurgar… finalmente nadie somos “monedita de oro”.
Entonces. Con el debido respeto se puede indagar en algo que se llama colectividad, Hagan de cuenta que una persona otorga a otra un poder para que lo represente en determinadas acciones, y para ello le extienda facultades y recursos, pero que de pronto hay desacuerdos entre poderdante y apoderado.
Cuando esto sucede, el apoderado renuncia al poder o el otorgante se lo revoca y éste deja de ser representante del otorgante. Se termina la relación jurídica de representación. El poder se termina y el revocado se va, pero deja el poder y deja de cobrar y deja en libertad al otorgante para que nombre a quien lo sustituya. No se lo lleva, porque ello dejaría en la indefensión al otorgante.
En el ámbito de representación política, el apoderado se apropia del poder. Primero ruega al partido que le dé la candidatura y que la militancia y el electorado le den el acaso sea posible abordar esa necesidad de hallar una mutua y posible responsabilidad sin tratar de ser el conciliador ya que, al cabo, lo que de moda está y se hace todos los días desde el programa de comunicación más caro del país: “la mañanera del presidente”, lo que se hace es: desencontrar y enemistar a unos con otros y otros con unos; menos con los del presidente, eso es, es lo que ahí sucede.
Hay una tendencia humana por encima de las ideologías, de la idiosincrasia y de las doctrinas que va en dos direcciones diferentes: hacer. Hacer nos da la posibilidad más expuesta de que existimos y al hacer realizamos el mejor pretexto, motivo, causa o explicación para: Estar; el que no está no existe; – “hay que existir”; – “pienso luego existo” es una conclusión que permite considerar: tener razón (no es absurdo, más aún, es de sana cordura).
Sin embargo, la otra dirección es una que destaca en el país; una parte de las más grandes de la población cargo; cree firmemente, y así lo dice, que mientras es candidato se debe a su partido y a la ciudadanía; pero una vez que gana el cargo, cree que lo ganó por su propios méritos, (no por las siglas del partido) y se aferra al cargo haciéndolo parte de su patrimonio para luego, cuando no se haga lo que su propio interés demande, amenace con irse, establezca condiciones, negocie, y finalmente se vaya y se lleve el cargo, no sin antes expresar sentidamente que se va porque el Partido ya no representa las causas que le dieron origen, que se olvidó de sus principios e ideales, que ya no llena sus aspiraciones, etc. etc. etc.
¿Qué raro no? Cuando quería el cargo, el Partido era su adoración; era su motivo de vida, era el instruque, no le gusta “hacer”, hacer por sí mismos, les gusta que les digan que hacer. Por supuesto los hay los que ni hacer o hacer nada es su preferencia, pero, en realidad en México hay muy pocos, son muy escasos estos.
Los hay quienes no les queda que hacer, por alguna deficiencia mental o física, la cual, les impide hacer por sí mismos. Normalmente son quienes aceptan los modos dictatoriales; que, si lo hacen mal es porque les dijeron que así se hacía y pueden con eso sentirse bien al hacerlo mal, son personas que venden su voto; personas que evitan entender que la libertad inicia con la iniciativa de hacer por sí mismos. De eso están llenas las urnas de los últimos años, de personas que les gusta que les digan qué hacer. Es cómodo.
Es una manera equivocada del comedimiento. Se aceptan réplicas en: [email protected] mento que le daba las herramientas para cumplir sus ideales, etc. y cuando lo tuvo ¿dejó de serlo? Habrá que preguntarse si el renunciante ha cumplido su encomienda, y verán que habrá dudas. Yo no critico que alguien renuncie a la militancia.
Es un derecho legal y moral. Lo que me parece inadecuado es que, si tiene un mandato que cumplir en representación del Partido y para ello está investido de un cargo, que renuncie y deje el cargo, para que no deje en la indefensión al otorgante.
Por otro lado, no omito decir que no son raras las renuncias cuando el poder del representado está en declive. Ya saben, cuando el barco se hunde… ¿Habíase visto tal derroche de congruencia?