Navegar / buscar

Ni de cómo se menea el atole se acuerdan

Por Irene Escobedo

En México se sobrevive como se puede, quien tiene gasta porque hasta la cultura del ahorro es pobre (nos lo demostró la pandemia que nos dejó a todos sentados). Y como en este país, los que no tienen, los pobres son los más, (tenemos una clase media que equivale al 42 % de la población, más otro tanto el 37% de pobre).

Los más afortunados, podríamos pensar que son los viajeros frecuentes, por ser la clase acomodada, pero no coincide con las cifras de turismo de egreso al extranjero. Para allá van solo unos cuantos, con pretextos y sin ellos, los políticos, por ejemplo.

Cuántos mexicanos pueden permitirse un viaje al extranjero por lo menos una vez en la vida para conocer Japón, España, Portugal, Gran Bretaña o donde se le antoje. Hay un dado, en 2022 de un universo de 132 millones de habitantes, solamente mil 997 connacionales viajaron a otro país en calidad de turistas.

Qué esta pasando, porque el cuestionamiento a Andy, Ricky, Mario y etc. En un mundo donde la perfección, la ambición y la excelencia parecen ser los objetivos principales, del deseo, no es difícil perderse en la tentación, en la búsqueda de la grandeza y de satisfactores que consideramos meritorios por muchas razones: las limitaciones vividas, el esfuerzo realizado, el empeño laboral, o por el mérito mismo del que creemos somos poseedores y en política, hay quienes siempre terminan considerándose “humildes merecedores” de todo lo bueno y lujoso que ostentan, se van justo a los extremos y el punto medio, la justa medianía no es para ellos, esa la dejan para el pueblo bueno y sabio, que tampoco la alcanza pero motivación no le falta.

Pero el confort para quienes sirven al pueblo y ostentan lujos no solo implica recorrer el mundo sino vestir bien, comer en los mejores lugares, moverse en autos de lujo y vivir en las mejores zonas residenciales. Ni con calzador ciertos personajes entran en la justa medianía, ninguno y podría asegurar que la mayoría vienen de familias humildes, pero como nuevos ricos, ya ni de cómo se menea el atole se acuerdan.

Una cosa es indudable entre ambición y moderación no hay equilibrio, no hay punto de encuentro. La medianía no es solo una virtud, un concepto, una filosofía que suena muy bonita desde el templete de Palacio Nacional, es y debería de ser una forma de vida, aplicable a quienes se dicen parte de un proyecto transformador humanista, de justicia social y bienestar. Si no donde queda la coherencia.