La espera y el vacío en Esperando a Godot
Por Priscila Sarahí Sánchez Leal
Esperando a Godot, de Samuel Beckett, es una obra de teatro publicada en 1952, que transita entre el absurdo y aquellos aspectos constitutivos de lo humano. Hay una risa vacía y un vértigo existencial que atraviesa a los dos personajes principales, Vladimir y Estragón, quienes se encuentran a la orilla de un camino, esperando a alguien que nunca llega.
Podría decirse que se trata de la vida misma puesta en escena bajo una forma esencial de la espera. Acaso todos somos seres que esperan algo o a alguien; sentido, reconocimiento, compañía, salvación, cambios, no obstante, al igual que Vladimir y Estragón lo que obtenemos es una promesa que se aplaza a cada momento.
Beckett desnuda el teatro de cualquier convencionalidad para mostrar elementos humanos que, si bien, no son agradables ni bellos, están ahí, al acecho, y no es posible dejarlos de lado. Quizá Godot, ese ser indefinido, tal vez Dios, tal vez la esperanza o tal vez la nada, se convierte en símbolo de nuestras expectativas y anhelos de que la vida pueda mejorar.
Cabe mencionar que la obra se publicó en un periodo de posguerra, de manera que después de tanta muerte, odio y destrucción, la fe que quedaba en Dios, en la ciencia o en el hombre era escasa. En este sentido, Beckett no proporciona respuestas, pero sí abre cuestionamientos que invitan al ejercicio del pensar.
Entre los personajes, el lenguaje mismo se desgasta, hasta convertirse en un artefacto mecánico y un intento fallido de establecer conexión con el otro. Aun así, se percibe cierta ternura en la relación de Gogo y Didi, como se llamaban afectuosamente entre ellos. Ambos están cansados por todo y por nada, a tal punto que vivir o quitarse la vida les da igual, sólo hay un atisbo de luz en su obstinada espera.
Lo más inquietante de Esperando a Godot es que no sucede nada y, sin embargo, el espectador o lector se da cuenta de que ha asistido a algo esencial, pero al mismo tiempo terrible. La obra muestra un humor absurdo, el fracaso, lo mecánicas que pueden llegar a ser nuestras acciones, el lenguaje como un artefacto en detrimento.
Esta esperanza cansada y sin sentido, pero que aún permanece, puede leerse como uno de los aspectos característicos de la Modernidad, el creer que a pesar de todo hay algo que llegará; no obstante, el sentido profundamente posmoderno es darse cuenta de que Godot no va a llegar. No hay respuesta ni desenlace, pero tal vez lo destacable no sea el final de la espera, sino lo que ocurre mientras tanto.
Leer o ver Esperando a Godot es enfrentarse al absurdo de la vida, tanto de manera individual como colectiva. Cuántas luchas y movimientos se han dado con un ideal esperanzador, pero al final todo queda en nada y vuelve a desmoronarse. Esperar o dejar de hacerlo, pero ¿y entonces qué…?