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Hay dolor en la Iglesia Católica, por la muerte de sacerdotes y religiosas

Durante la Pandemia han perdido la vida 7 sacerdotes y 13 religiosas pertenecientes a la Diócesis de Zacatecas

Seguir atendiendo y acompañando a las familias en duelo súplica del Obispo Sigifredo Noriega a su Iglesia.

Por Irene Escobedo López

Es miércoles las puertas de la Parroquia de la Medalla Milagrosa se han abierto, esta vez no sonaron las campanas, tampoco la puntualidad es importante. La Iglesia tiene un encanto sublime, para nada equiparable al barroco de la Catedral o los templos de la ciudad capital, pero encanta con su aspecto alpino, es como un Chalet Suizo en pleno corazón de la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe.  En el templo  confluye un sinfín de grupos activos de feligreses católicos -De los más influyentes social y económicamente.  

Hoy también hay misa de difuntos. Los Templos están abiertos a las exequias aún en tiempos de pandemia y ante la congoja del propio duelo, el que afecta a nuestra Diócesis por las vidas que se han perdido, cuando muchos de los más valiosos bastiones de la Iglesia en Zacatecas han partido afectados por el Covid.

En la Iglesia de la Medalla Milagrosa el párroco se toma su tiempo, hay que abrir los grandes ventanales para que circule el aire, encender la iluminación casi innecesaria en el lugar. Por fin, camina sigiloso hacia la entrada lleva consigo el agua bendita. Recibe al cortejo: vestimenta oscura (no todos), rostros desencajados (no tanto) el dolor de un deudo es indiscutible, pero el Coronavirus también esto nos ha cambiado. Pareciera que nos hemos resignado más que nunca ante la muerte y estamos aferrados aún más a sobrevivir, como sea, pero resistir.

Ahí adentro hay suficiente espacio para guardar la distancia. Todo está señalado con precisión y más aún, todo encaja con la cuidada decoración contemporánea en tonos cálidos. El mobiliario es moderno, cómodo y denota calidad –tal esplendor no se ve en las Iglesias alpinas de Italia que resultan más rudimentarias y conservadoras. La que más se le asemeja es la Iglesia de Nuestra Señora de los Alpes en Lombardía, pero con la diferencia de que conserva un estilo rústico, ordinario, natural y sencillo.

Pidan a sus Iglesias que les reciban a sus difuntos, no hay motivo para no abrir las Iglesias a las exequias –recomendaba el párroco durante la homilía-. Han sido días pesados para la Parroquia, el ir y venir de gente de luto y las transmisiones ‘on time’ a través de Facebook nos ponen en contexto.

Pero la recomendación de la Diócesis de Zacatecas ha sido precisa aún en tiempos y de dolor para la Iglesia es necesario “atender y acompañar a las familias en duelo, con creatividad pastoral responsable”. El Obispo Sigifredo Noriega Barceló ha enviado a toda su Iglesia a través de un escrito, este apelo que pretende aligerar el dolor de muchas familias que han perdido un ser querido y que se ven de esta manera, reconfortadas con los sacramentos – cuando es posible – y con la celebración de exequias católicas – cuando se ha podido – lo que también conlleva altos riesgos: religiosos y religiosas contagiados y pérdidas de vidas humanas.

En consecuencia, en la Iglesia católica hay dolor, Sacerdotes y religiosas, están padeciendo las consecuencias de los contagios por Coronavirus. Entre los servidores de Dios la muerte se ha vuelto más visible que nunca. En esta batalla ya han perdido la vida siete sacerdotes y trece religiosas pertenecientes a la Diócesis de Zacatecas.

Los párrocos que han fallecido por la pandemia son: Jesús Araiza Tenorio, Luis Salazar Santoyo, Refugio Arroyo Ortega, Ezequiel Moya González, Juan José Padilla Trueba, Juan Ignacio Casas González y el último, el más reciente, el padre Lauro Salcedo Ortiz -cuyas exequias oficiadas por el Obispo, se realizaron el pasado viernes en la Catedral Basílica- y fue él precisamente quien preparó el recibimiento de SS Juan Pablo II a la Catedral de Zacatecas en 1990, cuando fungía como rector.

Al padre Lauro lo amó Huejuquilla, El Alto Jalisco, los fieles de la Parroquia de la Santa Cruz, la Congregación de la Iglesia de San Matías en Pinos, La Purísima Concepción de Valparaíso, la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Tabasco y por todos y cada uno de los sacerdotes fallecidos en su conjunto, se ha externado un duelo generalizado entre los católicos de Zacatecas, todos los sacerdotes fallecidos son apreciados.

En tiempos de pandemia han quedado pendientes muchas despedidas y hasta el sentido del deber cristiano hacia nuestros difuntos pareciera no haberse cumplido. Las familias han tenido que afrontar con pausas, rituales incompletos o cancelados, el doloroso momento de la partida de un ser querido.

 Ahora, los deudos en la Capilla de la Medalla Milagrosa se ven fatigados. Hablan del peregrinar y de cómo cada día han tenido que llorar ese último adiós a su difunto “porque hoy sí es la misa”, pero después se cancela y re agenda: “Ha sido volver a casa con las cenizas, porque no había las condiciones para la misa. Finalmente cambiamos de templo. En el panteón la cripta familiar se limpió y se abrió el candado ya tres veces. No se pudo entrar al cementerio por las restricciones, pero parece que hoy si será la definitiva”.

Pero un tiempo diferente pide también celebraciones diferentes, dice el Obispo de Zacatecas: “como iglesia nos importa su salud y su salvación (pero) hay que evitar el hacer como hacíamos  antes.  Es importante también que adultos y niños no acudan a la iglesia, (y) no vayan a decir (que) nos están discriminando. Es por tu bien, por tu salud,  ya vendrán tiempos en que podamos hacer lo que hacíamos en movilidad,  en nuestras devociones y celebraciones litúrgicas”.

Las creencias religiosas han tenido que ceder paso a la sobrevivencia y mientras las misas, rosarios y todo tipo de manifestaciones se transmiten por internet, los servicios exequiales  se llevan a cabo con cultos menos ortodoxos, donde la solemnidad cobra un nuevo sentido, prescinde de la ostentación y también de la concurrencia.

Muchos enfermos se han ido sin los santos oleos y sus seres queridos han dado paso obligado a la cremación, sustituyendo la velación por el acompañamiento en familia y el sepelio por el improvisado depósito de restos, casi siempre cenizas a puerta cerrada en los panteones. Incluso la costumbre de ofrendar crisantemos ha evolucionado.

-Ya hay un nuevo sentido de la pérdida. La gente no quiere verlo como algo sombrío, ya no se venden los crisantemos, ahora se llevan arreglos más estéticos y en los colores preferidos del difunto o bien si era hombre o mujer en azul o rosa –Explica María Elena, una florista que se ubica en la zona de la Condesa en Guadalupe-. Está preparando un espectacular arreglo de rosas en colores vivos para un difunto.  ¿No es ofensivo? No, es una bonita despedida y así lo prefieren –advierte.

Indudablemente, nuestra relación con la muerte ha cambiado a través de los tiempos, con la Pandemia se ha casi normalizado. No solo hemos aceptado con resignación que se omitan rituales religiosos y  que ahora sean los médicos los únicos testigos de la muerte. Muchas culturas en el mundo entero, han debido cambiar o suprimir sus costumbres y creencias y dejar de lado el culto a los muertos para buscar la sobrevivencia.

Los rituales  que para acompañar al enfermo a la hora de la muerte existen desde hace siglos han tenido que ser modificados a consecuencia del Covid.  Los judíos han dejado de lavar el cuerpo de sus difuntos después de la muerte, los musulmanes ya no acuden a girar la cama del agonizante en dirección a la Meca y muchos católicos han prescindido de los últimos sacramentos y han adaptado la tecnología a la fe.

La Diócesis de Zacatecas, como parte del Protocolo de Atención Espiritual a los Fieles durante la Contingencia Sanitaria, emitida por la Conferencia del Episcopado Mexicano CEM, ha organizado sus servicios para ser transmitidos por medios digitales y electrónicos. Pero no todos los feligreses tienen la capacidad  de hacer una conexión. El Obispo tiene la respuesta: pidan a sus nietos que les ayuden a descargar el rosario, la novena y la misa. Si cumplimos hoy, tendremos una navidad diferente”, insiste Monseñor.

El Protocolo establece también las medidas para que en caso de ser posible, dar la unción de los enfermos: recomienda a los sacerdotes usar guantes de látex, desinfectar todos los artículos litúrgicos,  hacer la unción con un hisopo con punta de algodón o una bola de algodón y actuar con suma prudencia y responsabilidad.

Y mientras tanto en la red no solo misas y rosarios, las indulgencias ahora se ofrecen también online. Sobran ofertas en internet con anuncios de iglesias de todo el mundo que promocionan: “Te gustaría que rezaran por tus familiares difuntos”,  o “Solicita Aquí la Santa Misa”. Hay horarios para repetición a nivel internacional y el servicio es gratuito pero con donación voluntaria “para contribuir en el sostenimiento del culto”.

No todos los fieles sienten la cercanía con su Iglesia con servicios transmitidos a través de medios digitales o suprimiendo la visita a los templos.  El Obispo de Zacatecas pide calma y aclara: “Postergar estas manifestaciones de nuestra religiosidad  no significa falta de fe, al contrario se trata de un signo de fe en donde humildemente reconocemos nuestra fragilidad. No tengamos miedo. Dios con nosotros”.

En la Parroquia de la Medalla Milagrosa, en tanto, el culto ha terminado. El cortejo es despedido. Salen con orden, sana distancia y las puertas se cierran. Afuera hay sollozos, luego llanto, esta si es ya la definitiva, es una despedida. No habrá visita al panteón, solo una persona de la familia acudirá a llevar la urna. Todos asienten.

En la Iglesia católica todo ha evolucionado quién sabe si para ser temporal o definitivo, pero mientras tanto hay esperanza, ésta no debe morir.  

Luego en el atrio de la Medalla Milagrosa ocurre lo inevitable –o quizás no- hay abrazos, al principio  timidez, después miradas de complicidad.  Se vuelve a abrir la puerta a la imprudencia y con ella, a la posibilidad de reproducir la experiencia de la pérdida de otro ser querido.