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Encanto fugitivo en Holly Golightly

Por Priscila Sarahí Sánchez Leal

Desayuno en Tiffany, novela publicada en 1958, es una de las obras más emblemáticas de Truman Capote, tanto por el estilo elegante y evocador como por el singular halo que rodea a la joven protagonista, llamada Holly Golightly. La novela, breve e intensa, está narrada por un joven escritor que recuerda sus encuentros con Holly, quien es una mujer carismática, sofisticada y rebelde, casi siempre escurridiza, que vive en el Nueva York de los años 40, como si el mundo estuviera hecho para ella. Holly Golightly, quien tiene alrededor de 19 años, no es una heroína tradicional, es una chica que vive su vida con ligereza y superficialidad, desafiando el deber ser y actuar de una mujer en esa época.

Se define a sí misma como una viajera y le gusta cambiar constantemente de apartamento, amigos, ciudad y nombre (cabe señalar que Holly Golightly no es su verdadero nombre, sino acaso un personaje creado por ella).Tal parece que la estabilidad, algo tan añorado por todos, a ella le resulta insoportable, dado su carácter errante, libre y vivaz, aunque lleno de contradicciones; sin embargo, su particular modo de ser, sentir y vivir es lo que la hace tan fascinante. Es superficial a la vez que profunda, frívola al mismo tiempo que lúcida, libre pero también temerosa.

Truman Capote la construye a través de una prosa que no la juzga, que deja al lector la posibilidad de enamorarse o incomodarse ante ella, pues Holly es, en cierto modo, la encarnación de un espíritu moderno que se resiste a la domesticación, que rechaza los roles femeninos impuestos, busca la libertad quizá con ingenuidad y, a la vez, manipula su entorno para sobrevivir. Ella es una criatura nocturna, sin embargo, encuentra en la joyería Tiffany & Co un espacio de calma y perfección, un refugio mental y emocional, donde, según sus propias palabras, “nada malo puede pasar” y le ayuda a sobrellevar sus “días rojos”.

La trama de la novela, que es un esbozo de encuentros y despedidas, puede asimilarse también como un retrato de la soledad urbana, del deseo de pertenecer sin saber cómo o dónde, acaso quería pertenecer a su manera, pues como señala el narrador “ella no quería estar en ninguna parte si no era libre para irse.

”El narrador, quizá un alter ego del propio Capote, observa a Holly con una mezcla de deseo, fascinación y tristeza, pues sugiere que detrás del glamour de la chica hay un vacío que nunca se muestra del todo, pero que está ahí en todo momento.Cuando en 1961 se estrenó la adaptación cinematográfica dirigida por Blake Edwards, Breakfast at Tiffany’s se convirtió en un fenómeno cultural. La actriz Audrey Hepburn, con su vestido negro, gafas oscuras y larga boquilla, encarnó a Holly con una elegancia inolvidable que marcó una época.

No obstante, la película matizó muchos de los aspectos más oscuros del personaje, haciendo de Holly una figura más romántica y menos compleja que la original. Aun así, la imagen de Hepburn como la señorita Golightly se volvió icónica, pues, para muchos, éste fue su papel más emblemático.

La novela, sin embargo, mantiene su estatus de joya literaria por derecho propio, al albergar en sus páginas a una Holly más ambigua y humana, una joven que no puede ser contenida ni definida del todo, con una insaciable necesidad de fuga.

Audrey Hepburn en la icónicafotografía promocional deBreakfast at Tiffany’s.