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El tedio (spleen) y la angustia; entre el todo y la nada

Por Priscila Sarahí Sánchez Leal

Heidegger señaló en su libro Ser y tiempo (1927) que la angustia es la reacción más radical del ser humano frente a la nada, aunque no se trata del miedo concreto que surge ante una amenaza, es experimentar el vacío que se hace presente cuando el mundo se ve despojado del sentido que creía tener. La angustia no necesita un objeto, en tanto que es el estremecimiento del existir mismo, en donde el ser humano se reconoce frágil, finito y se enfrenta al abismo.


No obstante, si la angustia es la reacción ante la nada, el tedio es, en contraparte, la reacción de lo humano ante el todo. Heidegger reflexiona acerca de cómo el todo se muestra tan saturado que oprime. En el tedio quizá no hay un vacío como en la angustia, pero advierte una plenitud que se torna sofocante, alienante. Si bien, frente a la nada el ser humano se desmorona, frente al todo se ahoga. En ambos extremos se vislumbra la misma imposibilidad de vivir sin resquebrajarse.


Charles Baudelaire, a mediados del siglo XIX, intuyó algo semejante, que aventuró sobre todo en El spleen de París (1869), obra que no es otra cosa que la vivencia estética del tedio. A su vez, en Las flores del mal (1857), el spleen, concepto acuñado por el mismo Baudelaire, aparece como una enfermedad inherente al tiempo moderno, que ha traído consigo un cansancio del mundo que ni la belleza ni la pasión logran disipar.


Para Baudelaire, el tedio es acaso peor que la angustia, porque no proviene del vacío sino de una saturación que se vuelve asfixiante, relacionada con las dinámicas de las ciudades modernas, las multitudes, la repetición mecánica de los días, la industrialización, el espectáculo interminable de lo mismo. El spleen es, pues, la experiencia de la modernidad en la que todo está ahí, demasiado presente, demasiado próximo, por lo que se vuelve insoportable.


La Modernidad prometía progreso, velocidad, multiplicidad de estímulos, sin embargo y paradójicamente, tal abundancia ha desembocado en un tedio generalizado, que se exacerba cada vez más. En la vida actual, atravesada por las pantallas, anuncios e incesantes flujos de información, el spleen sigue latente, en tanto que la saturación deviene en una forma muy específica del vacío, pues aún y cuando pareciera que nada falta, la paradoja radica en que nada es suficiente.


La angustia y el tedio emergen no como estados de ánimo pasajeros, sino como categorías ontológicas que revelan las contradicciones del hombre moderno. Tan imposible es habitar la nada como el todo. La vida urbana, el ruido constante, la hiperconexión digital, la inteligencia artificial, el permanente bombardeo de información y del capital, intensifican la experiencia del tedio, mientras que la incertidumbre económica, ecológica y política incrementa la sensación de angustia.


El ser humano moderno está constantemente atrapado entre estas dos tensiones, de las cuales quizá no se pueda escapar, pero sí releerlas, repensarlas y reinterpretarlas. Acaso lo insoportable de la existencia, pese a la imposibilidad de comprenderla, es lo que ha orillado a tantas mentes y espíritus al acto de crear, pensar e imaginar ángulos y paradigmas otros.