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El peso del recuerdo y la levedad del olvido

Por Priscila Sarahí Sánchez Leal


Nosotros, de un vistazo,
percibimos tres copas en una mesa;
Funes, todos los vástagos y racimos
y frutos que comprende una parra. Esos recuerdos no eran simples;
cada imagen visual estaba ligada a
sensaciones musculares, térmicas, etcétera.
Podía reconstruir todos los sueños,
todos los entre sueños.

Funes, el memorioso

En 1942, el escritor argentino Jorge Luis Borges publicó un cuento titulado “Funes, el memorioso”. El relato aborda la especial condición en la que se encuentra un joven, llamado Ireneo Funes, originario de un pueblo uruguayo, quien, tras un accidente que lo deja inmovilizado, adquiere una capacidad insólita, que le permite a Funes recordar absolutamente todo. Cada hoja que cae, cada nube que cruza el cielo, cada palabra que lee o escucha y cualquier pensamiento o estímulo, por fugaz que sean, quedan registrados en su mente con una precisión infinita.

No obstante, lo que podría parecer un don es, en realidad, una condena, pues Funes vive atrapado en un mundo saturado de cada uno de los detalles que percibe en todo cuanto le rodea. Para él, no hay categorías generales ni conceptos abstractos, por ejemplo, no puede decir “el perro” pensando en todos los perros que ha visto, porque cada uno es diferente; tampoco puede hablar de “el amanecer”, sin recordar con absoluta claridad todos los amaneceres distintos que ha presenciado, cada uno con matices en el color de las nubes o la inclinación de la luz.

Con su singular estilo para sugerir ideas filosóficas a través de la ficción, Borges escribe que “pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”. La mente humana requiere borrar continuamente una gran parte de lo que percibe, para así poder organizar el mundo. Funes, al recordarlo todo, pierde esa capacidad de organizar y comprender. Su mente se convierte en un depósito infinito de imágenes, sensaciones y recuerdos que no se relacionan entre sí. En este sentido, el olvido está lejos de ser un defecto, pues aparece entonces como una facultad esencial para la existencia.

El personaje de Funes tiene una gran vigencia en el presente, en el que vivimos rodeados de dispositivos capaces de almacenar imágenes, mensajes, audios, videos y documentos, además de tantos estímulos que nos alienan y fatigan. Poco a poco, la vida cotidiana se multiplica en archivos y registros que podrían, en teoría, conservarse para siempre.

Por su parte, Funes no puede dormir porque su memoria no le permite apagar el torrente de imágenes, asimismo, el ser humano contemporáneo vive en un estado que le obliga a estar siempre “online”, al pendiente de la gran cantidad de estímulos diarios que se reciben a través de los dispositivos electrónicos y digitales. Borges logra, en apenas unas páginas, plantear una reflexión que va más allá de la literatura y alcanza la filosofía, la psicología y la cotidianidad en sí misma.

El cuento de “Funes el memorioso” puede leerse como una especie de advertencia sutil sobre los límites de la memoria y el valor que hay en el acto de olvidar, tan necesario para la mente humana. Recordarlo todo no significa comprenderlo todo. En el mundo actual, en donde todo tiende a quedar registrado, el olvido y el saber seleccionar lo que consumimos, pueden funcionar como pequeños actos de libertad, para no acumular información y perder el criterio en medio del mar incontenible de datos que nos bombardea a diario.