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¿EL DEBATE CAMBIA EL RUMBO DE LA HISTORIA?

Por Jaime Santoyo Castro

El debate es una discusión; es confrontación de ideas, de argumentos, de programas, de propuestas. El debate sirve para aclarar, dirirmir, resolver, decidir.

En ese tenor, podemos decir que en efecto, el debate puede cambiar el rumbo de la historia, porque la contundencia de argumentos, las probanzas, la experiencia, el conocimiento, el dominio del tema, va a inclinar la balanza hacia uno u otro lado.

El debate es cosa de todos los días en las cámaras legislativas y en lo tribunales; también en los exámenes profesionales o de grado, donde el sustentante expone una tesis y la somete a debate entre los sinodales, quienes como resultado de este debate van a saber si el candidato ha estudiado bien el tema, si lo conoce, lo entiende y es capaz de ejercer profesionalmente.

En el ámbito político electoral es también muy relevante. Los candidatos deben prepararse muy bien a efecto de exponer, sustentar y defender sus ideas y propuestas y el modo de hacerlas viables, ya que es el escenario donde sale a relucir el conocimiento y la experiencia, pero también la fortaleza y la consistencia, la astucia y capacidad de argumentar del candidato; y porqué no decirlo, para el que no está bien preparado, o no tiene argumentos, el debate es la vitrina donde se observa con claridad la inseguridad, la debilidad, los temores y errores del mismo.

Los debates no se ganan, pero sí se pueden perder cuando no se está preparado, y ello significa perder terreno en la contienda electoral.

Los debates fortalecen la democracia y propician que la ciudadanía se involucre en el proceso electoral de manera pasiva a través de la televisión o la radio, pero de forma activa y decisiva en las elecciones. Es una forma adecuada para que la gente decida su voto por el argumento, por el conocimiento, por la razón, por la mejor opción, y no por la pasión partidista o sectaria.

Un debate es oportunidad perfecta para que un buen orador destaque; pero puede ser exhibido si no tiene propuestas claras, y sustentables, por el candidato de menos facilidad oratoria que sí conozca su programa de gobierno a profundidad. El que no sabe, puede ser gobernado por el pánico, y por ello negarse a debatir. El que conoce, tiene seguridad en sí mismo y por tanto no sólo no rehuye el debate, sino que lo propicia, lo solicita, lo exige.

Un debate genera mayor espectación. Hay más gente viendo los debates que en los mítines o eventos multitudinarios, porque en los debates se presentan propuestas, aunque también descalificaciones, pero como es un evento deliberativo, con elementos probatorios, reduce los gritos estentóreos y aumenta los argumentos. Por ello pienso que en las intercampañas y en las campañas, debería haber más debates y menos mítines. Incluso se gastaría menos, pues ahí se llevan argumentos, no láminas, ni cemento, ni despensas, ni discursos preparados, ni campañas publicitarias, ni spots grabados, etc.

La sociedad pide SI AL DEBATE!!! AUNQUE NO SE PEINEN LOS CANDIDATOS.