ECLECTIS
Raymundo Carrillo
A la orilla y momento del camino habido, es menester iniciar con sentido pésame a dolientes y dañados, víctimas civiles (hospitalarias, burocráticas, de representación popular, educativas), periodísticas, policiacas, religiosas y de militares, ocasionadas mortal y patrimonialmente por la delincuencia de toda índole.
¡2 de octubre no se olvida!
El presidencialismo autócrata y/o autoritario de México, es el sistema más parecido a las monarquías antiguas o algunas vigentes, donde solamente una figura o persona, dice y hace sin importar lo que los demás piensen o hagan.
En las monarquías modernas y actualizadas por Democracia, han adoptado con una Cámara de Representantes Populares y en algunos casos también Poderes Judiciales o de Justicia facultades de Poder similares al del monarca, en el Régimen Parlamentario, por medio de discusión pacífica, armonizan propuestas para alcanzar mejores resultados gubernamentales (aquí se complica un poco la concepción Parlamentaria por la autoridad divina del Monarca, en el Federalismo es voto de calidad del Ejecutivo y en el peor de los casos, imposición).
En los regímenes republicanos es Federalismo, con un Poder Judicial, otro Legislativo y un Ejecutivo, los cuales, se relacionan con respeto en el debate, mediando la separación de poderes; ambos sistemas políticos regidos por mayoría de votos. En México, la separación de Poderes suele ser muy aparente todavía.
El Poder Ejecutivo es una persona, ejecuta el dinero y designa su gabinete, aunque el presupuesto a gastar y parte del gabinete en ternas ofrecidas por el Ejecutivo lo apruebe el Poder Legislativo. Nuestro Federalismo le da al presidencialismo amplitud para que, su Poder sea ejercido de manera unipersonal.
En el Parlamentario, los otros Poderes, a la monarquía le instalan una figura Ministerial nombrada y luego supervisada por ellos, sin intervención del Monarca; aledaña o anexa al monarca; entre Monarca y Ministerio se encargan de la realización de obras y financiamiento.
En México, sería como poner un Ministerio de Realización en materia de financiamiento, Ministerio depositado en persona o coordinación o comité, quien(es), sería(n) nombrado(s), vigilado(s) y supervisado(s) entre el Poder Judicial y el Poder Legislativo, figura(s) aledaña(s) entre el Ejecutivo y su Gabinete; pasaríamos a ser República de los Estados Unidos Mexicanos, Democrática, Federal y Parlamentaria, lo cual evitaría en teoría los abusos que el presidencialismo de nuestro país ha causado, orillando a la situación caótica que hoy vivimos.
Para México sería una manera o reforma constitucional de grandísimo calado que pasaría por un nuevo acuerdo fiscal, cosas muy imposibles al momento. Sin embargo, hay otras medidas las cuales, en bien de la Democracia se han ido alcanzando, una de ellas es: Gobiernos de Coalición; figura ya plasmada en nuestra Constitución, pero no reglamentada en la Legislación Federal. Tal figura es un progreso al orden Constitucional democrático.
Consiste cuando los partidos se alían en coalición electoral; los obliga aliarse en el gabinete conforme al número de votos obtenidos por cada aliado, con ello, determina secretarias, direcciones o cargos que han de ocupar, sin menoscabo del proyecto de quien encabece la elección, de su ideología partidista; por esta característica se le menciona semi-parlamentaria, porque si bien no le antepone al Ejecutivo un adyacente realizador, si le manda inclusión y pluralidad en su ejercicio gubernamental.
En el Estado de México y para su Constitución que le hace Libre y Soberano Estado, este año electoral 2023, por iniciativa del PRD, ha autorizado esa reglamentación. Será muy interesante que el Estado de Coahuila también avance en esa visión.
Es cierto que, los partidos en México han sido rebasados por su población y esto llevó a generar alianzas trasformando el régimen electoral; el régimen político encuentra en Gobiernos de Coalición, un progreso cuantitativo que se reflejará en mejora cívica; será cualitativo, de captar la sensibilidad del enorme y malhayado abstencionismo electoral, refugio de ciudadanía trabajadora y desactivada a falta de estímulos reales y leales.