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Desde el interior

AMPARO BERUMEN

Hace ya algunos años hablaba yo en esta columna periodística de una singular obra de arte: LA NOVIA, obra inacabada de Gustav Klimt. Más yo he de volver a Klimt, volveré a él todas las veces, siempre. Porque su poder fraguado en el campo de lo instintivo ha sublimado mis instantes. Poesía, alegoría, erotismo, ¿los lauros de la imaginación? Yo no sé… 

Quizá por las ensoñaciones que llevo encima, por los distraimientos dibujados en sus fondos, por el apogeo de las formas frutales, o por el empuje de lo divino en lo hondo de la retina, me ha seducido Klimt desde el principio. Quizá porque sus obsesiones bailan conmigo todas las danzas, y dócil llega el descanso en el interior de los abrazos, ritmo certero de sus trazos. O porque en mi soledad austera se infiltra el vestigio de su aroma, haciendo que escapen por mi ventana los minutos… Ay, la magia de pensar a oscuras…

Algún día te escribiré un poema que no

mencione el aire ni la noche;

un poema que omita los nombres de las flores,

que no tenga jazmines o magnolias.

Algún día te escribiré un poema sin pájaros,

sin fuentes, un poema que eluda el mar

y que no mire a las estrellas.

… un poema que se limite

a pasar los dedos por tu piel

y que convierta en palabras tu mirada…*

Decía Nietzsche que con el placer como hilo conductor, el hombre deja de ser un artista siendo él mismo la obra de arte. Dicho concepto me acerca otra vez a Klimt, este hombre delicioso que concibió el mundo con forma de mujer. El arte de Klimt se desliza siguiendo los fundamentos habituales. Paradójicamente, el erotismo adquiere en su obra un aura que nace de lo elemental antiguo, floresta anchurosa de simbolismos figurativos. Enfrentando a los moralinos, Klimt se apropia de la antigüedad con todos sus mitos y dota al erotismo de una inocencia ancestral escondida. Pinta mujeres enigmáticas, serenamente sensuales de piel luciente, ojos hermosos y largas extremidades, frutos de su imaginación. A veces sojuzga el cuerpo femenino a líneas ensoñadoras donde lo casual no existe y sólo queda el misterio, el extracto sublimado, el erotismo en su unión dual: deseo–delirio de tocar y sentir.

En el terreno del arte erótico la premisa es clara: debe estar interconectado a otras formas de expresión excitable porque, como todo arte, nace de una sensación interior que busca expresar las emociones. No es material de éxito cómodo, de influencia inmediata. Es melodía sutil predestinada a tocar la cuerda de los sentidos. Es quizá el reflejo de la individualidad del artista que ve prolongada su aventura en los prados sensitivos del amor. El amor del instante presente o futuro o el de la muerte. “Polvo serán, mas polvo enamorado” escribió Quevedo en su soneto. Polvo enamorado las cenizas…

En su Disertación sobre Klimt, Hermann Bahr escribe: “Algunos amigos me dicen en tono de broma que estoy enamorado de su arte. De hecho este sentimiento es muy parecido al amor. Del mismo modo que la amada… revela al varón el significado de la vida y le descubre sus sentimientos íntimos, me ocurre a mí con estos cuadros”. 

Y escribía yo que quizá por las ensoñaciones que llevo encima, o por el apogeo de las formas frutales, o por el empuje de lo divino en lo hondo de la retina, he de volver a Klimt. Volveré a él todas las veces. Siempre!

*Algún día.

Darío Jaramillo Agudelo.

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