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CONFLUENCIAS

Arturo Gutiérrez Luna Unidad de Estudios Jerezano

¿Qué hace particular a la vida de Francisco Larroyo? Acaso sea preciso adelantar que la incisiva y radical reflexión teórica con implicaciones prácticas caracteriza esos afanes culturales del ilustre filósofo jerezano. Sus obras devienen en un quehacer intelectual según el cual se prioriza su utilidad en la vida práctica. Ello hace interesante la revisión de esa labor creativa del pensador jerezano. En efecto, su pensar propicia una consideración de soluciones susceptibles de adoptar.

En la década de los 1960s el ilustre filósofo jerezano Francisco Larroyo ya ha dado a la imprenta poco más de una decena de libros, por lo que puede considerarse su quehacer como la obra de un intelectual experimentado en el vuelo de la pluma lo mismo que consumado en su quehacer reflexivo. En ese contexto, Larroyo entrega a la prensa periódica sus colaboraciones quincenales en El Universal y Excélsior.

Según Larroyo, son diversos componentes los que constituyen la cultura y los cuales generan la dinámica que anima su desenvolvimiento:

La educación humana como proceso de asimilación de la cultura es un irse haciendo a sí mismo. En ésta su cambiante existencia, el hombre tiene que decidirse. La vida humana ofrece aspectos de riesgo y azar. En cada momento de la vida, que se presenta incierta e insegura, el hombre bosqueja, imagina un proyecto. Mas con la ingente intención de formular una respuesta, el hombre vuelve su mirada a sus propias creaciones. La ciencia, por rudimentaria que sea, le alecciona acerca de la realidad; la moral le suministra normas de acción; el arte le conduce a experiencias de plenitud emotiva y la religión ofrece a los más un asidero inconmovible en el futuro incierto.

La cultura es un expediente de seguridad: lo relativamente lúcido frente a lo confuso. Cuando en una forma cultural, cualquiera que ella sea, ya no se hace confianza, se trata el hombre de sustituirla por otra. Mas por ello precisa crearla. La cultura, de esta suerte, provee nuevas y menos imperfectas formas de seguridad. La cultura es el elucidario de la existencia.

El intelectual jerezano se propone la cruzada por la cultura en la media en que bajo su tutela el hombre es siempre otro, se trastoca su ser, es modificado en términos de que pasa de un estadio de su desarrollo a otro. Tal es la dinámica de la cultura de la cual habla el intelectual jerezano. Sin embargo, la cultura sólo importa si llega a transformar a los ciudadanos. Si alcanza a transformar sus vidas en vidas mejoradas. Para Francisco Larroyo, el bien cultural expresa y sostiene la dinámica de la cultura. Distintas disciplinas convergen para estructurar la cultura.

En dicha convergencia suceden coincidencias lo mismo que desarraigos. En tal proceso acontece la estructuración de la cultura que caracteriza a una época, o a un pueblo. Porque en la vida de cada mortal, se va desenvolviendo una biografía secreta, recatada a los demás, donde se imprimen con la escueta precisión de un cuaderno de bitácora, las tempestades internas.

El concepto de cultura, Larroyo lo vincula con la vida misma. Cultura y vida confluyen entre sí hasta conseguir una sinapsis la cual se sintetiza en una fórmula inclusiva y contundente. Es mediante la cultura que se reconoce la pertenencia de la humanidad. En la cultura se expresa la consumación de sus afanes, predicamentos y la propia invención de salidas a la circunstancia. El intelectual jerezano nos enseña que la cultura culturiza. Nos hace otros, mejores, más nosotros mismos. De tal suerte que acceder a este aire de familia se convierte en un derrotero al cual dirigirse en medio de la circunstancia que nos rodea.

Otro aspecto fundamental de la idea de cultura en Larroyo radica en que el ilustre jerezano la examina considerando su interacción con otras áreas creativas y de otras expresiones humanas. Así las cosas, el filósofo jerezano reivindica que la cultura forma, que, al consumarse, crea, hace, a quienes la frecuentan. Según puede constarse, la cultura concede a sus militantes, el “aire de familia” de la cual hablaría Larroyo.

El aire de familia al que se refiere Larroyo tiene que ver con la pertenencia a la especie humana. Al escritor jerezano le interesa resaltar que la cultura crea vínculos e implicaciones lo mismo que responsabilidades para los individuos y los pueblos. En la cultura se define su esencia.

En ella se constata la cercanía de que los individuos son capaces frente a la creación del prójimo. Por ello, para Larroyo la cultura posibilita la oportunidad del encuentro en el cual tanto insistió el filósofo jerezano. En tal orden de ideas, Larroyo constituye la cultura como la confluencia de diversas expresiones las cuales interactúan para generar la expresión que las sintetiza. Desde este punto de vista, la cultura de que habla Larroyo guarda una estrecha relación con la circunstancia y, en especial, con la vida cotidiana.

Así las cosas, la cultura se vuelve en una expresión política en la medida en que acaba dando respuesta a la problemática determinada mediante una formulación que se enfoca en la superación de esta problemática. Si el intelectual está pensando en la cultura lo hace con tal de entender el presente e incidir en él mediante el diseño de políticas útiles para el ciudadano lo mismo que para las instituciones y, por ende, para la sociedad. Una urdimbre que resguarda esa capacidad crítica en la voz en cuello, en la escritura.

En realidad, Larroyo está propone el elogio de la cultura, por, para, el despliegue de la vida intelectual del ser humano. Las implicaciones de la cultura en Larroyo apuntan a la estructuración de un discurso capaz de descubrir al ser humano en su escritura, en su memoria, en su ejercicio de la crítica y el diálogo. El debate de las ideas campea en pleno siglo XX. Esta discusión atraviesa especialmente el siglo XX mexicano; el debate entre simpatizantes del socialismo y la discusión contra sus detractores ocupará gran parte de la agenda de este siglo.

La idea de la madurez del individuo como criterio de ilustración se izará por parte de Larroyo en tanto bandera que define su gesta intelectual. Esta perspectiva enseña a la ciudadanía. A fin de cuentas, Francisco Larroyo plantea la perspectiva del imperativo categórico que reclama del hombre su más leal desempeño a concebir la utilidad de su vida en el sentido kantiano, según el cual para ser ilustrado, basta asumirse con pensamientos de alguien actuando de acuerdo con una mayoría de edad en su desempeño cotidiano.