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El mesianismo caudillista de AMLO

– Jaime Santoyo Castro

A. Rizzi, en su obra titulada “messianismo nella vira quotidiana” (1981), define el mesianismo como “la utopía de un mundo justo y feliz, que la promesa de Dios transforma en posibilidad objetiva y que la obediencia del hombre, victoriosamente renovada por el Espíritu, está llamada a traducir en la realidad»

Esta definición nos habla del mesianismo en tres dimensiones: La antropológica, la teológica y la ético-teologal.
La antropológica se refiere al deseo de todo ser humano de un mundo mejor, en el que triunfe la armonía del universo, la paz, la prosperidad y amor. Un tiempo de reconciliación de los hombres con Dios, con la naturaleza, y con sus semejantes. Un mundo feliz.!!!

Quién puede conseguir eso? No cualquiera. Sólo quien sea ungido de Dios, lo que nos ubica en la dimensión teológica. Dios selecciona a alguien para que libere a la gente del sufrimiento, de la pobreza, de la injusticia y de la inequidad. Le pide que en su nombre, se sacrifique para salvar a su pueblo, que está inundado de pecado y nazca así un hombre nuevo, limpio y puro.

He aquí los ritmos del mesianismo bíblico: Dios-pecado-perdón-paz mesiánica. Pero éstos son también los ritmos de aquel «mesianismo en la vida cotidiana» que el hombre está llamado a realizar.

El mesías es un personaje especial, que ha recibido una unción, es decir, la investidura propia del rey. Lo mismo que en Egipto, en Israel el mesías era ungido, es decir, consagrado para ser el visir, el vasallo, el vice-Dios en la tierra.

Los emperadores de Roma llegaron hasta proclamarse dioses, como marca de superioridad infranqueable frente al resto de la humanidad. El dios o el enviado de dios es autosuficiente, no se relaciona con las criaturas en igualdad de condiciones.
El novelista norteamericano Thorton Wilder, en Los idus de marzo, describe la interioridad de César, sin duda uno de los déspotas con mayor poder en la historia: «Estoy acostumbrado a inspirar odios. Ya desde la más temprana juventud descubrí que no necesitaba de la buena opinión de los otros hombres, ni siquiera de los mejores, para corroborarme en mis actos».
Nosotros tenemos nuestro Mesías, a la mexicana. AMLO se cree Ungido; lo que haga y diga debe ser seguido ciegamente por los demás. Se cree iluminado; extrae la verdad de sí mismo sin que requiera la opinión de nadie. El es él y los demás son súbditos cuya voz se destina a la alabanza. Así dispone de su partido y de sus partidarios y así quiere disponer de México.
Puede condenar, sembrar odios contra sus enemigos, mandar al diablo las instituciones, revocar las decisiones que no le fueron consultadas, proteger a los malos.

Como Mesías, ofrece perdonar a los pecadores. Al ladrón, al asesino o a la mafia del poder, y cree, como enviado de Dios, que debe convocar a los publicanos y a los fariseos, porque no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Quizá por ello lo vemos sentado a la mesa con lo más nefasto de nuestro sistema político, como Elba Esther Gordillo, con la CNTE, Bejarano, Padierna, Imaz, Noroña, Ackerman, Bartlet, Maduro, Sergio Mayer, Ebrard, Abarca, Eva Cadena, etc. y como caudillo político, representa la farsa de la más rendida deferencia a la opinión de los demás…