XXX Feria Nacional de la Cultura Rural, Chapingo 2025
Por Amparo Berumen
Aunque bajo la tierra mi amante cuerpo esté,
Miguel Hernández
escríbeme a la tierra, que yo te escribiré.
Uno de los acontecimientos más esperados a lo largo del año en el Estado de México es, sin ninguna duda, la Feria Nacional de la Cultura Rural y la Feria del Libro en Chapingo, que traen a mi memoria la noble figura del tamaulipeco Marte R. Gómez.
Tengo muy presente la edición en que ambas ferias estuvieron dedicadas a la Cultura Maya. Sí, hermanadas la cultura maya y la azteca en una fiesta de rescate cultural, de preservación de los valores primigenios y celebración de las voces de nuestros ancestros. Hermanados todos los estados de México para homenajear a la Región Maya y celebrar las obras extraordinarias escritas en esta lengua.
Y como todas las veces, las instalaciones de la Universidad Autónoma Chapingo, «Donde se enseña a explotar la tierra, no al hombre», y se brinda educación desde hace 171 años en el área de Agronomía con reconocimiento nacional, se vieron muy concurridas mayormente por jóvenes estudiantes de todos los niveles educativos y por vecinos de Texcoco.
También por los paseantes de la Ciudad de México y de otros lugares cercanos y lejanos de nuestro país, empezando por los expositores que llevaron sus danzas imaginativas, su artesanía colorida, su gastronomía. Que llevarán su pensamiento perpetuado a la Feria del Libro, dedicada este año a México.
Con el objetivo de ofrecer un evento «digno de Chapingo» en el que tienen preeminencia los productos de origen, cada año crece la feria en instalaciones y en oferta cultural, con un gran teatro al aire libre en el que se presentan danzas autóctonas, desfiles de trajes regionales, grupos musicales, lecturas, el ritual de los hombres pájaro invocando a los cuatro vientos…
“Este año del 2 al 12 de Octubre, la XXX Feria Nacional de la Cultura Rural está dedicada a los pueblos totonaco, del estado de Veracruz; xi’úi (pame) de San Luis Potosí, y tepehua, de Hidalgo, a través de los saberes productivos y agroecológicos de los pueblos originarios, las danzas, la música, la gastronomía, las artesanías, los trajes típicos de los 32 estados de la República Mexicana y la riqueza plurilingüística de la nación con 12 lenguas originarias representadas, entre ellas: náhuatl, otomí, zapoteco, totonaco, mixteco y mazahua.
También ofrecerá un programa con 118 actividades artísticas, a cargo de cerca de dos mil intérpretes de todo el país; además de brindar un espacio digno de exhibición y comercialización a 816 maestros y maestras artesanas y más de 150 cocineras tradicionales como parte de la función social y asistencialista de la Universidad Autónoma Chapingo, eliminando barreras de intermediación y fortaleciendo las economías locales. Otra de las actividades fundamentales de esta institución educativa es la difusión de la ciencia: especies de árboles, maderas, suelo, cultivos, vivero, producción floral y mucho más.
Desde su creación en 1994 la Feria Nacional de la Cultura Rural, organizada por la administración central de la Universidad Autónoma Chapingo y el estudiantado a través de la Coordinación de Asociaciones de los Estados (CAE), rescata las tradiciones, costumbres y formas de vida de las comunidades rurales y campesinas que suelen quedar fuera del foco de atención nacional y mantiene vivas las culturas poco visibilizadas en los circuitos turísticos tradicionales”.
La Universidad Autónoma Chapingo asume esta fiesta plena de «color, orgullo y ciencia», ofreciendo también la oportunidad de conocer sus instalaciones, entre las que pueden admirarse la Capilla Riveriana y el histórico mural de Diego Rivera, La Tierra Fecunda, e igualmente los murales de Luis Nishizawa en El Partenón.
Y como zacatecana devota de sus quereres, confesaré al cabo sin el menor remordimiento, que uno de mis goces mayores de esta feria lo he vivido junto a mis paisanas. Además de un feliz atole de pinole que calienta hasta la conciencia, ellas preparan en un horno heroico, frente a una larga fila de olfateadores, unas deliciosas gorditas de cuajada, dignas de la más sentida elegía como aquellas que escribieron los griegos. O como las odas de Neruda. O como las que habría escrito Nietzsche de haberlas probado…
Estos exquisitos esmeros de nuestra cocina se siguen ofreciendo en los mercados zacatecanos. Yo las encuentro siempre en el mercado del Jerez de mi nacimiento, puestas en unas canastas casi ampulosas. Sí. Las encuentra uno envueltas en un gran paño o servilleta blanca, bordada de coloreadas flores a punto de cruz, y en sus orillas rematada por ondas tejidas a gancho como las que hacían nuestras abuelas. ¿O serán las de ellas? De esas canastas las van sacando las vendedoras como una ofrenda que glorifica nuestra apetencia, nuestras mesas. En todo esto pensaba yo allá en Chapingo. Y mis paisanas extendían y extendían la masa con el rodillo, cuando llegó la tambora de Jerez con su boom boom que todavía me retumba en el corazón…