La soledad y el deseo: ser uno y muchos
Por Priscila Sarahí Sánchez
“La vida de Harry Haller oscilaba entre el tedio y la desesperación, entre el ansia de desaparecer y el deseo de encontrar un sentido.” Con esta frase, Hermann Hesse inicia uno de los retratos más agudos de la condición humana.
Publicada en 1927, El lobo estepario es una novela que ahonda en las complejidades y matices de la identidad, así como las contradicciones del alma, la búsqueda de sentido en un mundo que se torna ajeno y hostil.
El protagonista, llamado Harry Haller, es un hombre de alrededor de cincuenta años de edad, que se reconoce escindido, entre lobo y humano; por un lado, anhela la calidez, el orden y la compañía de los hombres, mientras que por el otro, siente el llamado de la soledad, el instinto y la libertad de lo salvaje.
Esta división interna es la que lo conduce a una profunda crisis existencial que atraviesa toda la narración y hace que el encuentro con un folleto misterioso, “El tratado del lobo estepario”, sea tan significativo para él.
El inesperado encuentro con personajes como Armanda, María y Pablo lo conducen a explorar y enfrentar sus propios límites, al tiempo que estos guías, en apariencia enigmáticos y efímeros, también lo llevan hacia el Teatro Mágico.
Este sitio funciona como un espacio simbólico, en donde la realidad se fragmenta y la mente se multiplica; es allí donde Harry Haller descubre que su identidad no es dual, sino múltiple, no hay un solo yo ni dos, como él creía.
En el interior se encuentra con un mosaico de voces, instintos, recuerdos y posibilidades que coexisten en tensión permanente y es en ese viaje en el que se plantean preguntas que, aún con el paso del tiempo, siguen vigentes.
¿Somos dueños de nuestra identidad o somos un campo de batalla entre fuerzas que nos exceden? ¿Qué significa vivir cuando el mundo parece desprovisto de sentido? ¿Cómo reconciliamos los fragmentos de nuestra identidad?
El estilo de Hermann Hesse combina una narrativa que es a la vez poética y filosofía, introspectiva y desgarradora, que confronta al lector con sus propios recovecos y claroscuro; es preciso mirar hacia el abismo del interior, en donde quizá haya una posibilidad de redención.
“El hombre no es una unidad cerrada, es un haz de posibilidades, una constelación de yoes que se cruzan y se contradicen. En ello reside su tragedia, pero también su grandeza.” Descubrirnos y enfrentar la fractura de lo que somos y lo que anhelamos ser, así como ver y sentir la fragmentación permite encauzarnos hacia nuevas formas de vida.