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Todos mal

Por José Guillermo P.H.

En el México de las realidades alternativas a las que -por desgracia- ya estamos tan acostumbrados, hay una que destaca por su contumacia: la del gobernador David Monreal, quien parece gobernar un territorio imaginario, una suerte de Davidlandia donde la paz se ha decretado y Zacatecas es un «ejemplo nacional» de seguridad. El problema es que fuera de esa burbuja, los zacatecanos habitan una geografía muy distinta.


¿Qué realidad impera? ¿La que se decreta desde un despacho o la que se padece en la calle? Mientras el gobierno monrealista se autoelogia, el Departamento de Estado de EE.UU. coloca a la entidad en su máximo nivel de alerta de viaje, junto a bastiones del crimen como Sinaloa o Tamaulipas. La ficción se estrella contra el dato duro -y que no salgan con que es un complot contra el gobernador, pues se antoja difícil que Donald Trump si quiera conozca su nombre-.


En su desconexión con la realidad, ha llegado al conflicto abierto con los vecinos. Cuando las fiscalías de Jalisco y Sinaloa señalan a Zacatecas como campo de reclutamiento forzado, la respuesta no es la colaboración, sino el desdén y la exigencia de pruebas. Cuando se anuncia con prisa publicitaria el hallazgo de una madre buscadora, la fiscalía de San Luis Potosí debe salir a desmentir la versión, evidenciando una gestión más preocupada por el boletín de prensa que por la justicia.


Este divorcio con la realidad no es nuevo. En uno de los momentos más críticos de la violencia, cuando el miedo vaciaba las calles del centro histórico, el gobernador encontró al culpable no en el crimen organizado, sino en los comerciantes, a quienes espetó que debía «mejorar su servicio» para atraer clientes. Es un disparate que lo resume todo: en Davidlandia, si la gente no sale por temor a las balas, en realidad es porque el café no está lo suficientemente bueno.


Al final, en el mundo del gobernador: todos mal, menos él.