La docente Beatriz Pacheco habla de su experiencia en el alpinismo, un deporte de alto riesgo
Con orígenes campesinos, la docente investigadora de la Unidad Académica de Psicología (UAP) de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), Beatriz Pacheco Amigo, en entrevista habló sobre su gusto por alpinismo, un deporte de alto riesgo, debido a los peligros inherentes de las condiciones de las altas montañas.
Detrás de cada ruta, Beatriz Pacheco subrayó que “el poderse encontrarse con uno mismo es llegar arriba, es darse cuenta lo pequeño que es uno ante la inmensidad del mundo, y se puede dar cuenta que se necesitan tan pocas cosas para poder vivir y uno se vuelve tan exigente con la vida”.
Recordó que su última expedición realizada a la segunda montaña más alta del mundo Aconcagua con una altitud de 6 mil 962 metros, fue por etapas, “fue acudir a Vallecitos Mendosa, Argentina, en una expedición de 6 días, donde el entrenador y guía de alta montaña Martín Garritano, decidía si se contaba con las habilidades para poder llegar al Aconcagua, dándole por respuesta que sí; solo le faltaba algo de equipo necesario para esa ruta, fue así que en los últimos 6 meses antes de la expedición, fueron 4 horas por día de entrenamiento, y cada 15 días cambiar la rutina para que las células se extendieran un poco y así poder tener mayor cantidad de oxigenación, entre otros aspectos más, convirtiéndolo en un deporte de alto rendimiento”. En cuanto a su equipo, compartió que tiene un costo aproximado de 150 mil pesos y para su expedición al techo de América fue de unos 200 mil pesos.
La docente investigadora declaró que en muchas ocasiones se cree que el Alpinismo no es un deporte, se piensa que es solamente caminar, no obstante, “es un deporte con mucha exigencia ya que no solo se pone a prueba el cuerpo, se pone a prueba la mente, el equipo, la organización, es decir, aprender a priorizar hacia donde vas, a cubrir los miedos, y, al mismo tiempo, tener al miedo de aliado para poder llegar, bajar y estar con la familia”.
Pacheco Amigo agradeció a sus compañeros de montaña: Paola Moreno, Paloma Guzmán, Enrique de León, y de Zacatecas Andrés García, quienes la acompañaron en sus entrenamientos, así como la ayudaron en la coordinación de las pisadas, la respiración, el peso correcto en la mochila, el tipo de bajada y las diferentes técnicas para la expedición.
Sin duda, su experiencia al llegar a la cima, donde se encontró con un poco de hipoxia, ya que no es tan fácil llegar a los casi siete mil metros del nivel del mar. “Cuando llegué al campamento de base en Cólera, realizó una videollamada a sus hijos con los ojos llenos de lágrimas, tenía quemaduras de segundo grado en el rostro, pues en la expedición se expusieron hasta menos de 40 grados por los temporales de nevazones, pero lo gratificante, es poder llegar y decir, no solo lo hice yo, ya que en mente y corazón están todas aquellas personas que me acompañaron».