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El pretexto perfecto

Por José Guillermo P.H.

La relación entre México y Estados Unidos se tensa como consecuencia de la retórica demagoga en ambos lados de la frontera. Por un lado, Trump, con su discurso antiinmigrante y su lógica transaccional, acusa al gobierno mexicano de cuanto mal se le ocurre (una táctica que aplica al resto del mundo).


Por otro, el gobierno mexicano es incapaz de reconocer su propia culpa: la cesión de poder a los cárteles en vastas zonas del país, producto de un repliegue del Estado —pactado o forzado— bajo la ineficaz política de «abrazos, no balazos».


La presidenta Sheinbaum, de la mano de Omar García Harfuch, ha dado un giro importante a la política de seguridad de su antecesor. Sus conferencias de seguridad recuerdan, tanto en forma como en fondo, a las que encabezaba Genaro García Luna: un desfile de cifras sobre toneladas de drogas incautadas, cartuchos asegurados, detenidos y miembros del crimen organizado abatidos.


Sin embargo, una serie de sucesos resultan sumamente preocupantes a largo plazo, aunque hoy puedan parecer triviales. A finales de 2019, en este mismo espacio, advertimos sobre la gravedad del paso que daban las organizaciones criminales hacia tácticas de narcoterrorismo para lograr sus objetivos, evidenciado en el llamado «Culiacanazo». En aquel entonces, no pocas voces calificaban dicha aseveración de exagerada. Hoy, es una realidad innegable: el gobierno de Estados Unidos ha designado oficialmente como organización terrorista al cártel responsable de aquel suceso. Aunque se discuta la pertinencia del calificativo, para efectos prácticos, así lo considera el gobierno del vecino país del norte.


Los sucesos preocupantes actuales van desde la ya mencionada retórica demagoga, impulsada por los movimientos que gobiernan en ambos lados de la frontera: MAGA allá, la 4T acá. A esto se suman escenas como las ocurridas en Los Ángeles, donde la bandera mexicana se convirtió en un símbolo antisistema —imágenes cuya oportuna aparición levantó suspicacias sobre su espontaneidad—. Más reciente es la marcha contra la gentrificación en México, donde surgieron expresiones de odio hacia los norteamericanos, con frases que, sin pudor, incitaban a la violencia o, en el mejor de los casos, a la expulsión de extranjeros.


Otra aparente coincidencia es el papel del aparato de propaganda estadounidense, tradicionalmente encabezado por Hollywood y hoy protagonizado por las series de streaming. Este ha comenzado a inculcar la idea de una frontera con México sumamente peligrosa para Estados Unidos.

Estas producciones retratan a los cárteles como peores que los terroristas, capaces de infiltrar instituciones gubernamentales de EE. UU. y de aliarse con adversarios como China o Irán. En pocas palabras, adoptan la retórica trumpista: los males del crimen organizado emanan de México, y Estados Unidos es la víctima inocente.


Hoy, todo esto puede parecer un conjunto de hechos aislados sin mayores repercusiones. Sin embargo, si se tratara de una estrategia orquestada, las consecuencias en el futuro cercano podrían ser devastadoras para México.