Candelario Huizar, gran compositor de música de concierto, auténtico representante del Nacionalismo Musical Mexicano.
José Muro González
Candelario Huízar García de la Cadena (1888-1970) nació en Jerez, y siendo aún pequeño realizó prácticas como aprendiz de orfebre, pero más tarde comenzó a desarrollar su afición por la música. Fue así como aprendió, por sí solo, a tocar guitarra y, posteriormente, se incorporó a la Banda Municipal de Jerez. En 1917 Huízar llegó a la Ciudad de México como miembro de la Banda de Música de la División del Norte. Al año siguiente ingresó a la Banda de Música del Estado Mayor Presidencial, además de inscribirse en el Conservatorio Nacional de Música, institución de la que se graduó como cornista y compositor.
Asimismo, formó parte de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio y, después, se integró al cuerpo docente de ese plantel donde impartió, durante muchos años, las clases de armonía, composición e instrumentación.
Gran parte de la música de Huízar se inscribe dentro de la corriente llamada “nacionalismo musical mexicano” que surgió a principios de los años veinte, movimiento que se caracterizó por la integración, a las piezas musicales, de elementos sonoros de procedencia popular. Además, en las composiciones musicales de este periodo se usaron motivos rítmico-melódicos de naturaleza indígena y melodías de la música mestiza de origen español, adaptadas a formas de composición y ejecución académica, culta o artística.
En efecto, Huizar fue uno de los primeros compositores que incorporó en sus obras sonidos de cantos y danzas indígenas. Ejemplo de ello es su segunda sinfonía llamada Ochpaniztli, o su cuarta nombrada Cora.
Este interés lo llevó a retomar en sus obras ritos prehispánicos e incorporar instrumentos propios de la tradición indígena, como sonajas de semillas, chirimías (especie de flauta de madera), capullos secos con mariposas, o el huéhuetl y el teponaztli (instrumentos de percusión), aunque principalmente le resultaban familiares aquellos provenientes de rituales de comunidades como los coras o huicholes.
En esto Huizar fue un precursor y con ello marcó un sendero por el que transitará el movimiento musical nacionalista en México, además de haber sido dueño de una notable originalidad, por la cual, no tuvo, en la actividad creadora de sus obras, la necesidad de basarse en, o de “citar”, o de copiar, solapadamente, obras de otros autores, situación que sí se presentó en el caso de otros compositores contemporáneos de Huízar.
Figuraron también como integrantes de la corriente del nacionalismo musical mexicano, autores importantes que fueron cobijados por el Conservatorio Nacional de Música, tales como José Pablo Moncayo, quien fue alumno de Candelario Huízar, así como Blas Galindo y Carlos Chávez.
De estos tres compositores, destaca el primero, el tapatío José Pablo Moncayo, quien, no obstante que dejó una variada y valiosa obra musical, su vibrante y famoso Huapango opaca al resto de sus composiciones.
De hecho, ha sido tan grande la aceptación que ha tenido Huapango, por parte del público, que ya es considerado como el Segundo Himno Nacional de México. Una única objeción, o quizás dos, presentan, por parte de los conocedores, a esta pieza sinfónica.
La primera de ellas es que a esta obra no se le puede llamar “huapango”, puesto que éste es el nombre que se aplica únicamente al género musical propio de la zona conocida como “La Huasteca” (San Luis Potosí, norte de Veracruz y Tamaulipas, principalmente); y la segunda consiste en que para componer esta muy gustada pieza sinfónica, Moncayo se basó, para su composición, en siete conocidos sones veracruzanos de la zona de Alvarado, al sur del estado de Veracruz, perfectamente identificados, a los que tras de enhebrarlos creativamente y realizarles pequeñas modificaciones, además, claro está, de adaptarles sus respectivas notas a los instrumentos sinfónicos, entre ellos los de viento y los metales, permitieron a Moncayo darle una brillantez inusitada a la obra.
Por su parte, el jalisciense Blas Galindo, alentado por Carlos Chávez, realizó una labor similar a la efectuada por Moncayo. Su obra Sones de Mariachi está basada en tres sones conocidos en su estado natal: La Negra, El zopilote y Los Cuatro Reales, los cuales, una vez trasladados a una orquestación sinfónica, produjeron una obra atractiva que ha alcanzado gran popularidad.
Por último, sin detrimento de la alta estima y fama de que gozó Carlos Chávez como director del Conservatorio Nacional de Música, director de orquesta sinfónica, compositor, músico, divulgador del arte musical, promotor cultural, etc., tuvo también un lado flaco y criticable al “componer” la obra, a la que llamó “Obertura Republicana”, echando mano de la Marcha Zacatecas de Genaro Codina y de otras dos melodías ya conocidas.