El Café de Nadie
Amparo Berumen
El Estridentismo fue un movimiento artístico mexicano surgido bajo la influencia de tres importantes corrientes: el Dadaísmo cuya tendencia era “eliminar” la relación entre el pensamiento y la expresión, siendo André Breton uno de los personajes que lo cultivaron; el Ultraísmo español que proponía la renovación absoluta del espíritu y de la técnica poética, donde encontramos la figura representativa de Jorge Luis Borges; el Futurismo italiano fundado por Marinetti –dramaturgo–, quien se oponía a la tradición, al academicismo, a la moral, y aconsejaba la búsqueda de sensaciones.
El Estridentismo hizo su irrupción en México, en diciembre de 1921, con la aparición de ACTUAL No.1 Hoja de Vanguardia, manifiesto estridentista de Manuel Maples Arce, abundante en neologismos que sostienen: “la verdad estética es tan sólo un estado de emoción incoercible desarrollado en un plano extraversal de equivalencia integralista”, y cierra diciendo: “Muera el cura Hidalgo, abajo San Rafael, San Lázaro, Esquina, se prohibe fijar anuncios”.
En uno de sus planteamientos, el Estridentismo eleva la importancia del “vértice estupendo del minuto presente, atalayado en el prodigio de su emoción inconfundible y único instante meridiano, siempre el mismo y renovado siempre”. Además de Maples Arce, destacaron en este movimiento Germán List Arzubide, Arqueles Vela y Fermín Revueltas, entre otros creadores. Acaso sin precisión intencional, el punto de reunión fue un café al que el ingenio de estos personajes bautizara como El Café de Nadie, ubicado en la calle Jalisco número 100 –hoy Álvaro Obregón– Colonia Roma, en la Ciudad de México.
Lugar de las reuniones de esta bohemia juvenil que exaltó el espíritu creativo de dos personajes: el novelista Arqueles Vela y el Pintor Ramón Alva de la Canal, quienes –cada uno en sus dominios– reimprimieron al café tan sugestivo título: Vela escribiendo en 1925 una pequeña novela, y Alva de la Canal, dejando también constancia de aquellas felices e inolvidables reuniones con su óleo creado en 1924, que ilustra esta entrega.
Siguiendo la disquisición de Luis Rublúo, encontramos que “sobresalen las imágenes del poeta Maples Arce, elegantemente vestido con un traje azul claro, y una rosa en la solapa; detrás se ven los felinos ojos de List Arzubide, quien en un grito fuerte, tras palabras de agresivo rebuscamiento, insolencias arrebatadoras de atención, en el Segundo Manifiesto Estridentista de Puebla, su lugar de origen, exclamó culinariamente: ¡VIVA EL MOLE DE GUAJOLOTE!”.
En esta obra de influencia cubista se observan periódicos, revistas y volantes con los manifiestos que en ese tiempo pudieron parecer “de nadie”. Se aprecian asimismo sobre la mesa las tazas de café, digna compañía en las tertulias. Historiógrafos, novelistas, poetas y ensayistas del Estridentismo establecieron una especie de unión con los pintores, escultores y grabadores del movimiento 30-30, rompiendo tradiciones artísticas. Este acontecimiento favoreció al Arte Mexicano, dado el avance en la Literatura y las artes plásticas que se percibiría después.
La influencia ultraísta y vanguardista se reflejó en el yantar mexicano: sus cocinas, comedores, fondas… En el Café de Nadie –cuyo menú ostentaba la inscripción “Merde pour les Bourgoises”– se llevó a efecto en abril de 1924, una exposición colectiva de pintura, grabado y dibujo, enriquecida con lectura de textos y la participación de músicos estridentistas bajo el patrocinio de la Revista Irradiador, orientada por David Alfaro Siqueiros.
Al ocupar Maples Arce un puesto público en Jalapa, llevó a sus amigos a esta ciudad, bautizándola como Estridentópolis. Ahí se editó la Revista Horizontes, de abril de 1926 a mayo de 1927, dirigida por List Arzubide quien contó con la apreciable colaboración de José Clemente Orozco y Rufino Tamayo. Con el Estridentismo tuvieron también contacto Diego Rivera, Tina Modotti y Vladimir Mayakovsky, paladín del futurismo ruso, entre otros creadores mexicanos y extranjeros.
El Café de Nadie se ofrecía impregnado de un matiz seductor que inspiraba a la aventura y la creatividad en aquella generación joven e inmoderada de los felices años veinte, cuyo halo rebelde a los esquemas parece aún de cuando en cuando, con sus visos brillantes, renacer bajo aquel techo y al cobijo de sus muros.
El Estridentismo declinó en 1928, y el Café de Nadie, ya sin sus excéntricos visitantes y con la irrupción de gente común e incidental, estaría destinado a convertirse en el Café de Todos…