¿ORTOTANASIA O ESPERANZA PARA EL PRI?
Jaime Santoyo Castro
Un enfermo terminal puede optar entre suspender los tratamientos obstinados que sólo alargan su sufrimiento y propiciar una muerte digna, conocida como ortotanasia, o prolongarlo, creyendo que “mientras haya vida hay esperanza”, aunque continúe su agonía
La Revolución de 1910 destronó al poder dictatorial y absoluto de Porfirio Diaz y se lo entregó a la población convertido en instituciones. Lo mejor de esta lucha fue el acuerdo al que llegaron los actores del movimiento, de unir ideas, propósitos y voluntades, ubicando los intereses nacionales por encima de los intereses de grupos y dieron cauce a un sistema de instituciones, como estrategia para evitar la voluntad de un solo grupo o peor aùn; de un solo hombre, e instituyeron un sistema más democrático, de respeto al sufragio y a la libertad de asociarse políticamente.
En ese contexto, nació en 1929 el PNR, que de 1938 a 1946 se llamó PRM y de 1946 a la fecha se denominó PRI. Este Partido fue una suma de grupos y expresiones locales, que aglutinó, atendió y dio cauce a las demandas sociales y políticas más prioritarias de los mexicanos. Respaldó y a su vez se nutrió de las luchas de las organizaciones de campesinos, de las clases medias populares y de los trabajadores, e impulsó el voto de la mujer y de los jóvenes de 18 años. Abanderó las causas sociales y se convirtió en el impulsor de políticas públicas orientadas a crear instituciones que le dieran viabilidad y sustento a los ideales nacionales. Fundamentado en el propósito de servir.
Con el pasar de los años, fue olvidando sus orígenes, abandonando las causas, fue perdiendo sus propósitos y sus ideas; se trastocaron los fines, el ideal de servir se hizo a un lado; la mirada se desvió a horizontes de corrupción, de intereses de grupo, de impunidad y se alejó de sus bases. Se volvió viejo y cansado, con tumores en diversas partes, artrítico, amnésico, infeccioso; perdió el camino; incapaz para deshacerse de sus vicios y cargas, y en consecuencia, incapaz de volver a su origen y recuperar su credibilidad y la confianza de la población.
Hoy día, las mayorías se desmarcan, se apartan, porque lo identifican con la corrupción. Es un enfermo terminal. No hay tratamiento posible que le dé viabilidad. Lo mejor de este país, los jóvenes, que pudieran trasfundirle nueva sangre, lo ven como apestado; no se quieren ni acercar y muchos priístas honestos nos sentimos dañados por el estigma de inmoralidad que le colgaron los corruptos. ¡No tiene remedio! Quizá es el momento de suspender tratamientos obstinados; conservar sus mejores ideales y trasladarlos a otra instancia, que herede lo mejor de éste, y deje morir dignamente al PRI, reconociéndole las buenas acciones que realizó, o prolongar su agonía mientras tenga vida.