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VIAJE DE INTELECTUALES Y AMIGOS DE RAMÓN LÓPEZ VELARDE A JEREZ EN 1926, INICIADORES DE LA LÓPEZ-VELARDEMANÍA

José Muro González

Con motivo de la celebración de unos Juegos Florales en honor de Ramón López Velarde, en Zacatecas, en 1926, y el descubrimiento de una placa conmemorativa labrada en el Cerro de la Bufa honrando al poeta jerezano, el Gobernador de Zacatecas, General Fernando Rodarte, invitó a un grupo de intelectuales y catedráticos de la Universidad Nacional de México a que se trasladaran a la capital del Estado a asistir a esos eventos.

Ese hecho histórico fue retomado por Guillermo Sheridan, en un largo y ameno capítulo llamado “Un corazón de niebla y teología (1914-1921)”, dentro de su libro “Un corazón adicto, la vida de Ramón López Velarde y otros ensayos afines”, en el que el autor, sin embargo, no se ciñó a narrar los hechos reales alrededor de ese viaje de intelectuales de la Ciudad de México a Zacatecas y Jerez, invitados por el gobernador estatal, sino que, muy imaginativamente, le dio un sesgo diferente.

El grupo de invitados del gobernador zacatecano, según el relato de Sheridan, consistió en un grupo considerablemente más pequeño, de ponga su visión sobre el poeta. El diálogo comienza así:

“- Yo creo que sería muy agradable que evocáramos entre todos a Ramón durante este viaje

-dijo Rafael López-, cumpliríamos su propósito, que es homenajear a Ramón, antes de las zonzadas esas de los discursos y las placas conmemorativas…”

A continuación, se ofrecen algunos de los interesantes puntos de vista expresados por los miembros de este grupo en torno a la apariencia, modo de hablar, modo de vestir, carácter, etc. de López Velarde, recién llegado a la capital: – Me acuerdo de que al saludarme me dijo algo así como “Mucho gusto, señor Lópezn. Así, Lópezn. Tenía esa cosa de nasalizar las eses… Y también me acuerdo de su facha. Parecía un enterrador.

– Una vez Tablada mencionó que los dos provincianos hacíamos una moneda contradictoria. Ramón enterrador y yo dandy…pero el poeta era él. – Se frotaba las manos cuando algo le daba gusto. Luego te regalaba una sonrisa muy abierta y franca y soltaba su exclamación favorita:

“¡Ah!”. – Al saludar decía “¿Cómo le va, compañero?” y si tenía un reproche amistoso: “¿Qué pasó, compañero?”.

– Todavía me parece verlo, desgarbado y risueño, enlutado, cordial, con su juventud recoleta echada como una hija de María… – ¿Te acuerdas de lo que dijo Camín? Que Ramón era un hombre “risueño y con levita, que cree en Jesucristo y sueña con Afrodita”. aproximadamente 10 poetas, escritores y periodistas, entre los que se contaban tres de los amigos más cercanos del mismo Ramón López Velarde: Jesús B. González, Rafael López y Enrique Fernández Ledesma, además del connotado periodista de Excélsior, Manuel Horta, así como el famoso dibujante y caricaturista de periódicos capitalinos, Ernesto “Chango” García Cabral, y el mismo Padre Reveles, quien, en Jerez, conoció y trató a López Velarde, desde que este era niño.

El Padre Reveles en este relato viajaba de incógnito, ya que era el tiempo en que la persecución callista contra el clero católico, estaba en su punto más álgido.

En este texto, Sheridan, haciendo gala de una gran dimensión creativa, narra los diversos aspectos de la vida y obra del poeta jerezano, haciendo intervenir, para ello, la voz de cada uno de los integrantes de este grupo, quienes expresan libremente su particular punto de vista al respecto.

El periodo abordado de la vida de López Velarde, en esta especie de script cinematográfico es de 1914, año en que el poeta llegó a la ciudad de México, procedente de San Luis Potosí, y hasta 1921, el año de su muerte. El escenario de este “conversatorio” es un vagón de ferrocarril que transportará a este “platicador” grupo a la ciudad de Zacatecas, partiendo de la Ciudad de México. Desde luego, el vagón fue adaptado para que los participantes de este coloquio estuvieran frente a frente, arrellanados en sillones que circundan a dos mesas.

La maestría de Sheridan queda encubierta al hacer que cada uno de los invitados hable y ex-

– Es mejor lo de Tablada: “bajo tu gran sombrero, negro y tímidamente mosquetero”.

– Ramón era muy viril. Alto, no encorvado, sino derecho, con una tímida verticalidad que apuntaba a lo majestuoso, lento en el andar, acompasado y digno en los ademanes, la sonrisa encantadora, el habla cortés y recatada y los traicioneros ojos oscuros que, oscilando entre la mera vivacidad y la franca picardía, parecía calar todo lo que decía su lengua.

– Recuerdo cómo solía ponerse esa mano larga y elegante en el pecho, sobre todo cuando quería darles a las palabras el peso de su sinceridad, como si en contener el corazón estuviera el desbordamiento de su franqueza.

– El recato le era consustancial y su expresión era el silencio.

– Vigilaba cada palabra con una especie de avaricia, sobre todo cuando se trataba de algo que le era íntimo. Con nadie hablaba de sus propósitos o de sus proyectos, ni de sus ilusiones ni temores.

Era un varón integral y hermético que hacía honor a sus palabras.

– Cedía en la discusión cuando presentía que podía derivar en una polémica agria, prefería dar, por prenda y garantía de sus opiniones, su pura palabra sincera.

– Algo había en su figura que hacía pensar indistintamente en un liberal del siglo pasado y en un sacerdote católico de iglesia del interior que gozara de unas vacaciones en la capital.