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Veneno y su antídoto

Antonio Sánchez González. Médico.

El tabaco es la principal causa de cáncer y el primer problema de salud pública modificable. Se estima que alrededor de 1.500 millones de personas fumaron en 2020. Estos fumadores pueden esperar vivir unos nueve años menos que los no fumadores. Fumar conduce a una vida más corta y peor.

La industria tabacalera siempre ha destacado en la mercadotecnia y comercialización. Después de décadas de comercializar un producto notoriamente peligroso utilizando estereotipos de personas elegantes, modernas o aventureros hambrientos de aire libre, las compañías tabacaleras están cambiando su estrategia, pero no su método. Todavía confían en mensajes tranquilizadores y seductores para maximizar sus ganancias, pero ahora lo hacen prometiendo un mundo sin … cigarrillo.

El director general de la tabacalera Philip Morris International, Jacek Olczak, pidió hace unos días a las autoridades del mundo que adopten para los cigarrillos el mismo enfoque que para los motores de combustión interna en la industria automotriz, es decir, prohibirlos a largo plazo. «Cuanto antes suceda, mejor será para todos», dijo Olczak al tabloide británico The Telegraph, diciendo que en estas condiciones el problema se resolvería en una década «de una vez por todas», con la idea de imponer en el mercado sustitutos consistentes en calentar tabaco y dejar de inhalarlo, lo que reduciría los efectos nocivos.

Además del hecho de que esta pretendida estrategia fue cuestionada científicamente en 2020 por la Organización Mundial de la Salud, el retraso propuesto es indecente en vista del daño causado por los cigarrillos. Si la prohibición viera la luz del día dentro de una década, el tabaco tendría tiempo de matar a 70 millones de personas. Las empresas tabacaleras ya no pueden negar decentemente que su producto es dañino; el sector ha perdido rotundamente varias demandas interpuestas en el mundo por las víctimas del tabaco y su modelo económico es atacado desde todos los lados por las políticas de salud pública. En esas condiciones pretenden que debiéramos aceptar sin inmutarnos que haya gente fumando durante diez años más.

El cinismo de estas empresas es ilimitado. Philip Morris acaba de provocar una polémica al anunciar la compra por unos 1500 millones de dólares de Vectura, un grupo farmacéutico que fabrica inhaladores para el asma y las enfermedades pulmonares crónicas. Venden un veneno y un antídoto capaz de mitigar sus efectos. Descaradamente, la industria tabacalera se presenta como la solución a un problema, del que es responsable mediante la promoción de un producto, ciertamente legal, pero que se sabe que es potencialmente mortal.

La mayoría de los esfuerzos actuales se centran en la demanda. Los impuestos, la multiplicación de las prohibiciones de fumar, los envases con mensajes amenazantes, las campañas de prevención y los tratamientos contra la adicción han traído cierto progreso, que sigue siendo insuficiente. Solo en los Estados Unidos, todos los días, mil jóvenes se vuelven adictos al tabaco. Solamente considerando el crecimiento de la población mundial, se espera que el número de fumadores continúe aumentando en los próximos veinte años, a pesar de las medidas antitabaco.

John Paul Ioannidis, profesor de epidemiología de la Universidad de Stanford, sugiere en un artículo publicado en el European Journal of Clinical Investigation que la forma más efectiva de erradicar la lacra sería abordar la producción y venta de cigarrillos organizando la extinción del sector. Propone una reconversión del sector que iría acompañada de un sistema de incentivos financieros para que las gigantes tabacaleras reduzcan su producción hasta que sea eliminada.

El esfuerzo por las finanzas públicas sería colosal, pero mucho menor de lo que el tabaco cuesta actualmente. El artículo sugiere, en una evaluación cautelosa, que el precio a pagar en términos de salud pública asciende a 500 veces más que el total de los impuestos recaudados por todos los países. Si solo una pequeña parte de esta cantidad se dedicara a apoyar la extincióndel tabaco para compensar a los actores del sector y las pérdidas relacionadas con los impuestos no recaudados, esto evitaría mil millones de muertes prematuras para finales del siglo XXI.

¿Utópico? No tanto, si consideramos los medios sin precedentes que se han desplegado para contener la pandemia de Covid19: hasta la fecha ha causado 4.5 millones de muertes en comparación con los 7 millones anuales por el tabaco. Si los estados mostraran el mismo voluntarismo económico y sanitario para abolir el tabaco los efectos sobre la esperanza de vida y la reducción del gasto sanitario serían espectaculares. Es hora de dejar de fumar.