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Tomando café con… Rigoberta Menchú

Amparo Berumen

“Mis abuelos mayas me enseñaron que los sueños nacen con

nosotros. Pero todo sueño necesita ser cultivado y cosechado.

Yo solo dejo que mis sueños caminen por el tiempo, para que la

humanidad los cultive a su favor.

Rigoberta Menchú. Premio Nobel de la Paz.

Alfredo Bernardo Nobel, destacado ingeniero sueco nacido en Estocolmo (1833-1896), empezó a experimentar con la nitroglicerina en 1859. Dado su éxito, organizó varias empresas para la fabricación de este explosivo, sin imaginar jamás el alcance y el grave riesgo que suponía su manejo. Derivado de lo anterior, intentó producir otro explosivo que resultara de menor peligrosidad. En 1867 patentó la dinamita, en 1876 la glicerina explosiva, y unos trece años más tarde produjo la baslitita, una de las primeras pólvoras sin humo. Muy importante fue asimismo su perfeccionamiento de detonadores de seguridad para estos productos.

Sin embargo, como ha sucedido con otros grandes inventores, se vio profundamente abatido a causa de las consecuencias que sus experimentos acarrearían a la Humanidad. Sin haberse casado, su soledad y su salud quebrantada lo indujeron al pesimismo. Con las ganancias de sus exitosas tareas logró una gran fortuna, de la que dispuso un fondo equivalente a los nueve millones de dólares para ser empleados en otorgar el premio que lleva su nombre.

En un contexto global, el más importante de todos los premios es sin duda el Nobel de la Paz, por distinguir a quienes han encauzado su existencia a favor de los más entrañables valores universales. Por los siglos de los siglos, la humanidad ha buscado con ahínco la consecución de la paz, pero ese ideal ha quedado trunco, se ha vuelto mayormente irrealizable, y ha sido muy olvidado en nombre de otros intereses. Este premio apoya y protege los actos de los galardonados y da fuerza a sus argumentos en los foros internacionales.

En 1992, los pueblos de Latinoamérica y el resto del mundo atestiguamos la entrega del Premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú, mujer indígena de origen guatemalteco, “digna descendiente y representante de una de las culturas más espirituales y que más han trascendido en la historia. Sus pensamientos y sus reflexiones destacan la necesidad de alcanzar una paz duradera cimentada a partir de una educación incluyente, participativa y multicultural”.

Su voz a favor del bien en todos los órdenes y las dimensiones de la existencia ha hecho eco sin fronteras: “Ante el deterioro irreversible que vive el planeta y que lo lleva hacia su autodestrucción, que pone en riesgo nuestros derechos y los de nuestras futuras generaciones, así como los de las generaciones de quienes hoy toman decisiones para que mañana continúe habiendo un mundo para todos, tenemos que entender y vivir la paz como el resultado del respeto mutuo entre las personas, entre los pueblos y entre las naciones, así como tomar un papel protagónico en los cambios que se plantean sobre nuestro futuro común. Esta nueva perspectiva de cómo entender y vivir la paz nos obliga a construir una nueva propuesta de cultura de paz”.

Con la presencia de Rigoberta Menchú en Tampico, Café Cultura realizó la segunda edición de la serie “Tomando café con…”. El mensaje de la Premio Nobel frente a la guerra de Irak adquirió en aquellos días cruciales, una resonancia precisa cual respuesta a las innumerables manifestaciones pacifistas suscitadas en todos los rincones del planeta, que no han sido ni serán nunca acalladas porque contra toda tesis, el anhelo de vivir en paz es la esencia del hombre.

Estas recordaciones mías tras celebrarse el pasado 25 de Noviembre, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, han traído de nuevo a mi mente estas palabras de mi hermoso Eduardo Galeano: “El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que la Declaración Universal proclamó en 1948, pero si no fuera por él, por el derecho de soñar y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed”.

amparo.gberumen@gmail.com