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Sarampión

Antonio Sánchez González, médico

Tan solo por un momento ponga a un lado el peligro para la salud pública que representa el retorno del sarampión y concéntrese en las personas, porque es ahí donde reside el problema. Declarado eliminado en los Estados Unidos en el año 2000, el sarampión tiene brotes en diversos sitios; este año ya marca el segundo mayor número de casos registrados en el mundo occidental en dos décadas. Esto se debe a que algunas personas decidieron no vacunarse o no vacunar a sus hijos. Fue una decisión negligente y en muchos casos también una inexcusable manifestación de ignorancia, que pone en peligro a vecinos y extraños en escuelas, templos, tiendas y aeropuertos.

Es una enfermedad que tiene el potencial de causar complicaciones severas como daño neurológico con secuelas permanentes e incluso la muerte.

La prevención de la propagación del sarampión requiere que aproximadamente el 95 por ciento de una población esté adecuadamente vacunada contra la enfermedad, las paperas y la rubéola, generalmente comenzando con la primera dosis entre los 12 meses y los 15 meses de edad, y la segunda dosis entre los 4 y los 6 años. La vacuna ha demostrado ser segura, efectiva y eficaz. Pero cuando grupos de personas se niegan a vacunarse o no se administra el refuerzo, se vuelven vulnerables. Según se ha averiguado y se establece en los tratados de de salud pública, el sarampión es uno de los virus más contagiosos de la Tierra y puede contraerse simplemente estando en una habitación donde haya estado una persona con sarampión y hasta dos horas después. Eso produce alertas sanitarias como la que no hace mucho se publicó en un condado del estado de Nueva York donde el sistema sanitario enumeró un Uber, dos taxis y un supermercado como sitios potenciales de exposición.

Ese brote provocó por primera vez una orden ejecutiva que prohibía a los niños no vacunados asistir a sus escuelas, luego, cuando el brote avanzó, fue seguido por un estado de emergencia que prohibía a los niños y adolescentes no vacunados asistir a lugares públicos. Esta medida, que terminó en los tribunales, parecía drástica, pero es indudablemente necesaria desde el punto de vista médico. En unos pocos días se confirmaron 161 casos, 83.2 % de ellos eran individuos no vacunados. Este brote único es más grande que el número total de casos que ocurrieron en los Estados Unidos en 2017. El total de casos en los Estados Unidos en ese mismo año, 387, superó el de los 18 años previos.

En muchos casos, los brotes de sarampión se deben a viajeros procedentes de regiones del mundo donde la enfermedad todavía es endémica. En 2018, tres brotes en el estado de Nueva York, la ciudad de Nueva York y Nueva Jersey ocurrieron en gran medida en comunidades judías ortodoxas no vacunadas, encendidos al principio por los viajeros que trajeron el sarampión de Israel, donde entonces hubo un gran brote. Los líderes religiosos dijeron que no había un mandamiento contra la vacunación, pero que algunas personas en la comunidad evitaron vacunar a sus hijos como respuesta a la histeria anti-vacunación que surgió en diversos lugares del mundo, debido a los temores infundados de que las vacunas causan autismo.

Este fenómeno, tipificado por la Organización Mundial de la Salud como una de las 10 principales amenazas para la salud pública mundial, prospera en la sospecha, la desconfianza en los gobiernos y la información pseudocientífica errónea. El mejor antídoto es difundir ampliamente la sabiduría médica acerca de la vacunación, para proteger no solo a uno mismo, sino a todos los demás.