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Salud Porfiriana

  • Antonio Sánchez González, médico.

 Según las cifras más recientes publicadas en un informe de los servicios de salud del país, estamos viendo un retorno de las enfermedades comunes en la era porfiriana. El documento destaca cinco condiciones: gota, tuberculosis, sarampión, desnutrición y tos ferina. Y contiene una lista más larga de enfermedades, unas más raras que otras, que también evocan la imagen de la peste y la depravación que asumimos ya pasadas: escorbuto, paperas, raquitismo, escarlatina, gastroenteritis infecciosa y tifoidea.

En una época de desastres sanitarios mundiales de proporciones bíblicas, como el ébola de hace dos años en África occidental, parece una indulgencia tener que preocuparse por estas dolencias. Sería incorrecto caer en la tentación de descartar el informe como una novedad: una nación civilizada con economía avanzada y eficiente sistema de salud debería considerar algunas condiciones como marcadores del fracaso de sus políticas o servicios de salud pública. Pero ¿qué marcadores?

El ejercicio de la medicina reconoce algunos «eventos que nunca deben suceder» como marcadores de calidad de atención. Son eventos muy serios. Incidentes absolutamente prevenibles que atentan contra la seguridad del paciente. Incluyen cirugía de sitio equivocada, administración de quimioterapia incorrecta y suicidio durante el ingreso psiquiátrico. Tal vez ha llegado el momento de determinar qué eventos nunca deben suceder en la salud pública.

En el informe, la gota es el mejor ejemplo de una enfermedad porfiriana que regresa: bien puede estar relacionada con el envejecimiento de la población, la obesidad epidémica y el consumo excesivo de alcohol: el 70% de los casos tienen más de 60 años. Hubo un aumento en la última década en ingresos hospitalarios donde se diagnosticó gota. La que antiguamente se describía como la enfermedad de los reyes, ahora claramente está asociada con la pobreza.

La tuberculosis y el raquitismo son los marcadores sanitarios más fuertes tanto de la enfermedad porfiriana y revolucionaria como de la salud pública misma. Ciertamente deberíamos considerar la tuberculosis y las muertes por tuberculosis, como eventos que nunca deberían suceder. Si bien las cifras nacionales muestran una disminución bienvenida en los ingresos hospitalarios por tuberculosis, las notificaciones de casos nuevos se han estabilizado a un nivel inaceptablemente alto, con una incidencia de 14 casos por 100 000 habitantes.

El raquitismo debería ser una preocupación, se define como la falta de vitamina D debido a deficiencia en la dieta y de exposición a la luz solar. Puede que hayamos contribuido a esto a través de campañas para mantener a la gente protegida del sol, pero claramente es más común en personas de comunidades desfavorecidas. El escorbuto es frecuente, y la deficiencia de vitamina C debe ser un marcador nutricional que señala una política de salud pública fallida.

El sarampión y la tos ferina proliferaban en la época porfiriana y permanecieron así hasta la década de 1990, pero deberían ser eventos inaceptables ya que son completamente evitables mediante la inmunización.

En los últimos cinco años hubo un aumento significativo en los ingresos hospitalarios donde se diagnosticó malnutrición. Sin duda, estos pacientes están desnutridos al ingresar al hospital como resultado de las condiciones de miseria que privan en buena parte del país. Sin embargo, las cifras también pueden reflejar una mayor conciencia de los problemas de nutrición entre los médicos que trabajan en estos hospitales.

Las cifras reflejan enfermedades clásicamente asociadas con la pobreza masiva de la época pre revolucionaria y deberían ser un barómetro para nosotros. La gota, la desnutrición, el escorbuto y el raquitismo develan fallas en la dieta mexicana. Se ha dicho hasta el cansancio que debe haber un impulso nacional para una dieta saludable, nutritiva y equilibrada, dejando de lado los intereses de la industria alimentaria. Y son un pecado los casos de las principales enfermedades infecciosas prevenibles con vacunas.

Deberíamos preocuparnos por estas cifras. Nos hablan de abandono y de empobrecimiento activo de las partes más pobres de nuestra sociedad.