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Rostro sin identidad para migrantes fallecidos en desierto americano

Irene Escobedo López

El mundo, la Iglesia, la humanidad, estamos conmocionados ante la tragedia que viven los migrantes a su paso por México. No nos es indiferente el dolor del pueblo centro americano, ante la pérdida de vidas humanas en Chiapas. Tampoco nos es ajeno el dolor de ver partir a un ser querido que quizás no regresará. Del otro lado de la frontera, en el desierto americano, también se siguen perdiendo vidas todos los días, pero este año el récord ha sido superado.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) reportó un incremento del 50 por ciento de migrantes fallecidos con respecto al año pasado. Los datos ventilados indican que en los once meses precedentes se registraron 557 muertes de migrantes., cifra que sin embargo no es definitiva. La cantidad de muertes puede ser mayor debido a que no siempre los cadáveres son recuperados por la Patrulla Fronteriza o simplemente no son recuperados.

Cuántas familias han podido sin embargo repatriar a sus familiares fallecidos, que migraron fallidamente hacia Estados Unidos; cuántos han sido identificados y cuántos más no tienen un nombre, una identidad y en consecuencia jamás pueden ser reclamados. La mayoría de los migrantes que mueren en el desierto fallecen a causa de la exposición al calor, lo que provoca la descomposición del cuerpo, que no siempre es localizado a tiempo, sino solo después de que alguien reporta el suceso.

En los Estados Unidos hay organizaciones sin fines de lucro cuya finalidad es la identificación de las personas fallecidas ‘sin identidad’ utilizando genealogía y tecnología forense de última generación. Una de estas entidades es DNA Doe Project, la organización cuenta con un sinnúmero de bases de datos y fotografías reconstruidas, de personas que murieron en la frontera, incluso conservan cadáveres de personas fallecidas hace más de veinte años.

Hay un caso –entre muchos- de un joven hispano aún no identificado que falleció en diciembre de 1996 y Doe Project ha realizado recientemente, después de 25 años, un “Last Updated” actualizar y reconstruir por segunda ocasión el rostro de este migrante. La tecnología ha permitido esta vez mayor fidelidad en la imagen y asertividad en sus rasgos. Y lo están aplicando con todos los restos que tienen resguardados y que no ha sido posible que alguien los identifique y reclame.

Los restos óseos del joven fueron descubiertos el 13 de diciembre de 1996, en el lecho de un arroyo en un área silvestre remota frente a Trabuco Creek Road al noreste del Parque Regional O’Neill en Trabuco Canyon, Condado de Orange, California. Debido al estado de descomposición, los investigadores forenses estiman murió de 6 a 18 meses antes. Una evaluación de un antropólogo forense indicó que las características de los restos son las de un joven hispano de entre 15 y 19 años con una pequeña complexión de 5’6” de altura y 145 libras.

Un análisis de ADN más reciente indica que el joven es hispano, probablemente con alguna ascendencia indígena. No había signos traumáticos en el esqueleto, por lo que la causa y la forma de la muerte se clasificaron oficialmente como indeterminadas.
La base de datos con fotografías está disponible para su consulta en la página de internet de DNA Doe Projet.