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Reformador prehistórico

José Guillermo P.H.

La reforma eléctrica presentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador responde a una realidad tan arcaica, tan apartada del mundo actual que pareciera haber sido redactada en la prehistoria, al menos en términos políticos. Una reforma que busca a como dé lugar reactivar las anticuadas plantas productoras de la Comisión Federal de Electricidad y quemar el combustóleo que Pemex produce y ya no puede colocar en ningún lugar, pues alrededor del mundo ya no se permite su utilización debido a que es altamente contaminante además de tóxico para las poblaciones en las inmediaciones de las plantas que lo utilicen.

Actualmente, se consume primero la energía más barata y conforme va aumentando la demanda, se va utilizando la generada por los métodos más costosos. El resultado es que las anticuadas plantas de CFE casi no se utilizan en favor de energías limpias como la solar o eólica que resultan más económicas; la reforma busca cambiar esto y poner al inicio de la lista las plantas de la CFE sin importar que esto sea más caro y contaminante.

Julio Valle, representante de la Asociación Mexicana de Energía Eólica y de la Asociación Mexicana de Energía Solar, dio a conocer que el costo de la energía renovable en México es de 67 centavos por kWh, mientras que CFE la genera a casi el triple del costo: 1.7 pesos por kWh.

Ahora se busca dar marcha atrás con los avances que apenas comenzaba a dar México en materia de energías verdes y no por una cuestión de costos como algunos actores políticos quieren hacerlo parecer, simplemente por recuperar para CFE el monopolio de la industria. El propio Manuel Bartlett dijo en una entrevista para televisión que el objetivo era recuperar el control de la industria para el estado.

Esta visión cuasi soviética, esa forma de intentar reactivar a CFE -y de paso a PEMEX, pues podrá vender su combustóleo a alguien- no mediante la mejora de sus procesos o modernización, sino frenando los avances que se han dado por parte del sector privado, hace más que evidente que el verdadero redactor de esta reforma -o contra reforma- no es otro que el Director General de la CFE. Con esta reforma se busca que la paraestatal gane a la mala a sus competidores al más puro estilo de aquella temible y ya extinta DFS.

Por un lado tenemos a los generadores de energía eólica y solar quienes producen 12.9 gigawatts gracias a una inversión de 19 mmdd y emplean a 86 mil personas en México, argumentando que esta reforma pondría aún más en duda la ya lastimada certidumbre de inversión en nuestro país, provocaría un incremento en los costos de generación de energía eléctrica y por ende, del precio que todos pagamos.

Enfrente, está un auténtico dinosaurio de la política mexicana acostumbrado a un país que ya no existe. Un reformador prehistórico que formó parte de la cúpula del poder en una época en que, citando a Denisse Dresser sobre este tema, había un país con una sola televisora, una sola telefónica, un solo productor de electricidad, una sola aerolínea, un solo partido, un presidente omnipotente rodeado de quienes le rendían pleitesía y que parece empecinado en regresar al país a eso que él conoce, en lugar de aceptar que estamos en 2021 y no en 1984.

Se ha advertido que esa reforma tiene el potencial de traer problemas al país pues podrían violarse cláusulas del T-MEC al alejarse por completo de los compromisos del Acuerdo de París.

Estará en manos del poder legislativo el permitir o evitar que algo así ocurra, ya AMLO advirtió que quienes no estén a favor de su reforma serán traidores a la patria, lo cierto es que el sentido común sería suficiente para frenarla. Por su parte Ricardo Monreal como presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado dijo que, para buscar aprobarla, el poder legislativo tendrá que modificar la reforma enviada por el gobierno federal.