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Profunda huella dejó la maestra María Guadalupe Márquez Acosta

Por Ricardo Evodio Cabral Vera

Ni siquiera se habían cumplido dos años de que su segunda casa, la Escuela Preparatoria Francisco García Salinas, había quedado sin su presencia. Esta semana la noticia sobre el falle- cimiento de la profesora María Guadalupe Márquez Acosta, sacudió a una gran parte de la población.

Ante las dificultades que nos ha marcado la pandemia, hasta para despedir a los nuestros como corresponde y retribuir algo de lo mucho que nos han dejado en su fructífera vida, la sociedad reaccionó y encontró en las redes sociales la forma de externar el sentimiento de cariño y solidaridad, con expresiones de tristeza sí, pero también de reconocimiento y sobre todo gratitud hacia la tarea desempeñada de quien fuera una gran formadora de jóvenes con visión de futuro y sobre todo con valores.

Cuántas cosas quedan tras de sí, hoy su partida invita a retroceder la memoria en el tiempo y traer a la actualidad recuerdos que cientos de ciudadanos atesoramos, de nuestra convivencia, poca o mucha con la maestra y seguramente la mayoría son aspectos positivos.

Muy en especial, para aquellos que en algún momento pasamos por las aulas de la Escuela Preparatoria Estatal Francisco García Salinas; seguramente existe todavía quienes la recuerden como docente de la primaria Margarita Maza de Juárez, donde inició sus funciones en el ya lejano 1958.

Y varios también tendrán alguna memoria de su paso por la secundaria Ramón López Velarde, que por varios años le representó un constante ir y venir para poder cumplir con responsabilidad, como era su característica. Por algún momento también dejó sus enseñanzas en el Colegio Daniel Márquez Medina.

En medio siglo como parte de la preparatoria, 45 de ellos como directora, se caracterizó por una disciplina férrea y alto nivel de exigencia; su comunicación constante con los padres de familia cuando así lo consideró necesario, fue parte del éxito en la formación de una inmensa mayoría de egresados y eso sí, aplicando siempre la fortaleza de su carácter y la firmeza en sus decisiones.

Recurrentemente la institución ocupó los primeros planos a nivel estatal, en el aspecto académico, social, cultural y deportivo, pero además, marcó desde el primer instante de su función directiva que inició el 17 de septiembre de 1974, un fuerte compromiso con la sociedad jerezana, la organización del Carnaval como una fiesta digna del pueblo, es tan sólo una de las contribuciones sociales de la escuela.

Luchadora incasable y defensora firme de lo que creía, pugnó por transformar el edificio escolar de aquella escuela que en 1976 dejó de ocupar edificios prestados e inauguraba sus instalaciones propias. Pero nunca dejó de insistir en que debería ser una escuela digna que tuviera los espacios suficientes y apropiados para la juventud.

 Con respeto exigió siempre a las autoridades en turno, estatales y municipales que se otorgara a la institución lo que bien merecía; por fortuna, pudo hacer realidad ese plantel soñado; aulas suficientes para todos los grupos, auditorio, taller de cómputo, cafetería, sala de maestros digna, una biblioteca en forma, canchas techadas y oficinas administrativas con decoro, así justamente entregó el edificio al concluir su función en marzo de 2019.

Pero la maestra dejó su legado impreso en Jerez, no sólo en el ámbito educativo que es en el que más se le recuerda y se le reconoce, sin embargo, tuvo una importante trayectoria política como regidora del Ayuntamiento y directora del INPI (actualmente DIF).

Y es justo reconocer que fue ella quien de alguna manera, abrió las puertas  para que la mujer tuviera más y mejores espacios dentro de la política, al convertirse en la primera dirigente de un partido político, el Revolucionario Institucional, a mediados de la década de los ochentas, tiempo en el que aún se consideraba que esos eran espacios a los que solo podrían acceder caballeros.

Como parte de una familia formada en la solidaridad y los valores, fue guía para sus hermanos, asumiendo la cabeza principal de la misma, en ausencia de sus padres y otorgando el apoyo incondicional en todo momento para sus hermanos, siendo además, un vínculo de unión con todos sus sobrinos.

En 1997, dentro de los festejos por el 20 aniversario del Semanario Diálogo, esta casa editora la reconoció como una de las diez personas con trayectoria destacada, lo que se sumó a los múltiples homenajes que la sociedad jerezana y las autoridades a nivel estatal y municipal, organizaciones sindicales, clubes sociales, compañeros maestros y otros, le hicieron en vida.

Es inolvidable la despedida que le tributaron los alumnos en su retiro, al llenar con mensajes de cariño y respeto, el último trayecto de su casa a la escuela y el gran recibimiento que le dieron al formar el tradicional paseíllo, para aplaudir a su paso desde el acceso a la institución hasta el lugar donde se desarrolló el homenaje del adiós.

A diferencia de entonces, hoy lamentablemente no se le ha podido despedir, como sería de toda justicia, pero es innegable que la maestra María Guadalupe Márquez Acosta pisó fuerte en su paso por esta vida y la huella que ha dejado en nuestra sociedad es imborrable y permanecerá viva en la mente y el corazón de muchos jerezanos, por largo tiempo.

¡Descanse en paz, querida maestra!