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Problema que se soslaya, estalla

Jaime Santoyo Castro

La tragedia de Tlahuelilpan no debe quedar en la calificación frívola de un “hecho aleccionador”.

Más allá del “huachicoleo”, nos obliga a ver que de manera sucesiva, en el territorio nacional se han ido presentando conductas colectivas orientadas a quebrantar la ley y el estado de derecho, con una aparente “justificación social”, que peligrosamente va transformando la otrora reconocida honestidad del pueblo mexicano, para ver con naturalidad hechos delictivos o antisociales.   

El robo de combustible, con diferentes modus operandi no es nuevo, y como no se había detenido, alentó a que se generalizara en los tramos del ducto de Pemex, en las Refinerías, en las pipas, etc., y hoy lo vemos con una tragedia inaceptable, que debe obliga a generar una gran reacción para detener esa degeneración de la conducta que nos va perfilando ante el mundo como un pueblo sin ley.    

El robo de combustible va en perjuicio de toda la nación y ni siquiera beneficia a las familias pobres. Los principales beneficiados no salen dañados. Ellos no se acercan ni se arriesgan. La carne de cañón es la gente necesitada, y a la autoridad le corresponde detener a los actores intelectuales, e inhibir estas conducta en los actores materiales, más allá de esperar lecciones tan dolorosas.

La explicación relativa a que no se pudo acordonar la zona del ducto perforado porque la cantidad de gente rebasó a la de las fuerzas públicas presentes es comprensible, pero preocupante, porque muestra debilidad del Estado, que se ve incapaz de frenar la actividad delictiva, no sólo del huachicoleo, sino en muchos otros aspectos, en los que la actividad de los particulares rebasa en mucho a la de la autoridad, dañando a terceros. Así lo vemos constantemente en cierre de carreteras, en bloqueo de calles, cierre de oficinas públicas, en el saqueo de vehículos de carga accidentados, cierre de empresas, minas, secuestros, asesinatos, etc.

El estado de derecho no es fruto de la casualidad o dictados de las leyes naturales; ha sido la construcción de una mentalidad colectiva para vivir en armonía, en paz, edificada al calor de la conversación y la discusión democráticas. No dejemos que esta mentalidad se transforme en mentalidad delictiva. Estamos a tiempo.