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Por falta de vacuna y sin previo aviso suspenden vacunación en Zacatecas

Adultos mayores no fueron informados; primero porras y luego protestas en instalaciones de la feria

Son las 7 de la mañana, la fila de adultos mayores para recibir la vacuna de Pfizer ya rodea el perímetro de las instalaciones de la Feria en Zacatecas. Es el turno de los lugareños, habitantes del primer cuadro de la ciudad, son en su mayoría zacatecanos de antaño, la generación AOC (denominación de origen controlado) tomo prestado el término para especificar que los de la fila hoy, son zacatecanos que han labrado piedra a piedra lo que es la Capital del Estado, que han aportado trabajo, logros, esfuerzo, sacrificio, cuidado tradiciones y patrimonio, echado raíces.

Son rostros llenos de esperanza, llegan como si fueran caravanas, la mayoría en transporte público, autobuses y taxis. Hay expectación y miradas ilusionadas, aún no se abre el Centro de vacunación, uno de los dos que se han habilitado este día en la ciudad para recibir a los adultos mayores de 60 años, que previamente se registraron y cuyo sector con el código postal 98000.

El viernes 12 de marzo representaría para estos ancianos, la oportunidad de volver a ver el ocaso, de trazar el horizonte en sus ya avanzadas vidas, amenazadas también por la pandemia que se agrava e incrementa el riesgo ante sus múltiples patologías.  Hoy se sienten engañados, burlados, hay decepción. Tres horas antes hubo aplausos y porras.

Con un entusiasmo desmedido y sin alterar el orden los adultos candidatos a la vacuna desde su lugar en la fila organizaron vivas para el gobierno federal, aplausos para el gobernador de Zacatecas.  Hasta parecía que la normalidad había regresado, las ganas de vivir de nuestros adultos mayores transformaron el lúgubre ambiente que ha dejado el aislamiento, en alegría. Hacía más de un año que en las cercanías al estadio no se escuchaba “a la bio, a la bao, a la bim bom ba”, por México, por la vida, por una nueva oportunidad.

Los que iban llegando, se sumaban a la algarabía, otros se mantenían expectantes pero una media sonrisa dibujada en el rostro alentaba a los de la porra. La formación ahora tenía principio, pero no se le veía el fin. El último de la fila estaba en la colonia contigua la Hidráulica. Los acompañantes ayudaban a los abuelos, a los padres o tíos a acomodar su silla en la fila. Tanques de oxígeno, sillas de ruedas, cuerpos semiparalizados, adultos que deben ser auxiliados simplemente para descender del pequeño escalón de la banqueta, es el escenario.

El fervor religioso también hoy está presente, algunos rezan, otros fueron a dar gracias el día anterior a la Iglesia: “Sentía una dicha enorme de ver llegar este día. Hoy me voy decepcionada”, expresaría con voz entrecortada una de las personas en la fila luego de que la noticia triste corriera como reguero de pólvora.

No es fácil arrancarles un testimonio, hay lágrimas, muchos porqués y tantos para qué. Se responden a sí mismos: “siempre es lo mismo en Zacatecas”, “en manos de quién estamos”, “por qué no nos dijeron antes”, “como siempre, al ahí se va”, “fue un sacrificio llegar”, “moverme es doloroso, tengo la columna desecha. Pero estaba dispuesto a soportar”, “qué corazón tienen para hacernos esto”.

Si el paso fue lento a su llegada, el de huida se hace aún más tardío. Ya no hay motivo para apresurar al lánguido cuerpo.

– ¿Perdió la esperanza? –cuestionamos a una anciana.

– La esperanza no la perdemos, pero no se puede evitar la desilusión. Yo me voy triste, ni cómo volver a creer, nos sentimos traicionados. –responde sin detenerse, avanza a paso lento con la ayuda de un caminador.

Son las diez de la mañana, la fila es enorme. La última ficha hasta este momento tiene el número 139. Sigue llegando gente, documento en mano tal y como lo marca la convocatoria, y no obstante la multitud, gustosos van en busca del último lugar en la hilera. Un grupo de mujeres celebra el reencuentro, vecinas, comadres, amigas, hermanas que no se veían desde el inicio del confinamiento se ponen al día de los acontecimientos y charlan con risas, ya celebran el logro.

Media hora después algo pasa,  alrededor de las 10.30 de la mañana, tras horas de espera (hay quien llegó al amanecer) se escuchan murmullos, hay inquietud, los señores estiran el cuello como para alcanzar a ver lo que se gesta allá adelante. Todos permanecen formados, las porras dejaron de escucharse. Los aplausos ahora son brazos entrecruzados, rostros expectantes. De boca en boca se pasan la voz: “Que no hay vacuna”, “que ya se acabaron”, “que no nos tocó”, “que ya se regresen”.

En el lugar ninguna autoridad salió a informar, la logística no es tal, no hay quien dé una explicación. Los más audaces o por lo menos los que se pueden mover y algunos acompañantes se aglutinan frente al torito, discuten, quieren respuestas, exigen explicaciones, hay gritos, se amontonan. Hay voces que dicen que es por culpa de gente que no es residente, esto despierta algunas disputas, enojos.

Las del reencuentro ahora se cuestionan si a la persona de adelante le correspondía o no la vacuna, le exigen su registro con el código de zona habitacional, ahora están de choque. La fila ya no es fila. Poco antes en un comunicado las autoridades cerraban triunfantes la jornada “semanal” de vacunación” para Zacatecas y Guadalupe y habrían alabado el clima de solidaridad, paz y armonía que se vivió. ¿Se adelantaron a los hechos? No, uno de los ancianos tiene las palabras precisas: “se durmieron en sus laureles, aquí no veo ninguna autoridad, nadie nos informó, no es casualidad. Si ya sabían que no había vacuna por qué no avisaron”.

Alguien en moto, minutos antes recorría algunos tramos de la formación al parecer avisando ‘algo’, pero solo ‘soltó’ el rumor y se retiró. Mientras tanto en el torito los aglutinados siguen en franca protesta, demandan respeto, piden seriedad, gritan, se exaltan. Las sombrillas ahora parecen una danza multicolor en vaivén. Algunos no quieren moverse de su lugar, incrédulos dicen que quieren seguir ahí hasta confirmar que lo que se murmura  es oficial o solo cuchicheo.

Pero nadie saldrá a dar esa respuesta ni a los que protestan ni a los inmóviles, cada uno decide el paso a seguir, conforme a su propio criterio. El perímetro de la feria es tierra de nadie, mientras la gente grande, a la que celebran con grandes discursos el día del anciano y en los informes de gobierno hoy se cuestiona: “por qué en Zacatecas insisten en hacer las cosas mal”, “toda la vida ha sido lo mismo”.

Los propios ancianos están mortificados por otros que parecen tener peor condición: “hay gente que le costó mucho llegar, dinero y esfuerzo, se pagaron taxis, hay personas que no pueden caminar ni sostenerse en pie”. “Cómo pedirles que regresen, nos lastimaron, nos ignoraron”.

Hasta primeras horas de este viernes, en las páginas de la Secretaría de Salud, continuaba publicada la confirmación de la jornada de vacunación correspondiente, señalando lugar, horario y fecha así como quienes deberían acudir. No hubo ningún aviso previo ni oficial ni extra oficial que alertara a las personas mayores de no acudir a recibir la dosis.

Se dificulta desalojar el lugar, más de las once de la mañana y el silencio de los organizadores es un mutismo garrafal. “Cómo no entender la gravedad de no informarnos”, “Dan la espalda y ya”, los de la protesta se dan por vencidos, dan paso a los que sí alcanzaron ficha, conservadores como suele ser en este caso, los afortunados lo atribuyen a un milagro.  Por fin poco a poco, paso a paso el lugar va quedando desierto.

Saben que la vacuna llegará, que seguramente esta jornada se reanudará, pero no saben si la vida les dará la oportunidad y quienes tengan la fortuna de regresar y vacunarse, entonces será sin porras ni elogios, nada que celebrar sino la perseverancia de quienes deben de soportar todo por un soplo de vida más.