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Percepción y realidad en la tarea de gobernar

  • Por Jaime Santoyo Castro.

Las acciones de gobierno son prueba de la realidad. Las palabras son disimulo.

Hoy en día, es difícil la tarea de gobernar. Nuestra sociedad es tan divergente, y sus problemas tan variados; los recursos tan escasos, que resulta verdaderamente complicado priorizar y atender a todos los grupos sociales, pero por otro lado la percepción que tiene la gente de las prioridades, de la política y de los políticos, también es muy variada, de ahí que sea aún harto difícil. Lo ideal se enfrenta a la realidad.

La política parece que tiene dos acepciones: Una, la que practican los políticos, a quienes se asocia con corrupción, ineficiencia, incumplimiento, desvío de recursos, desinterés por los problemas sociales, enriquecimiento inexplicable, etc.

Otra, la ideal: La del diálogo, sensibilidad para entender los problemas sociales y atenderlos, independencia, honestidad, respeto, transparencia, entendimiento y comunicación.

Por estas dos acepciones hay un alejamiento entre la clase gobernante y la población, que se agranda cada vez más.

Los medios, en su mayoría, ubican a los gobernantes como gente improvisada, impreparada, incapaz, y exhiben cada error, cada desacierto, y desde luego, esto es explotado por los adversarios. Pareciera que estos gozan cada vez que hay equívocos o medidas de gobierno ineficientes, sin pensar que la ineficiencia lastima y daña a todos. La figura del gobernante se representa como incapacitada, como ocupada por alguien que no se encuentra a la altura de las circunstancias que la realidad demanda, y hasta se complementa con el análisis del papel protagónico o discreto de la esposa, para decir que ésta manda, o que no participa con el marido, etc.

La televisión y las redes son espacios donde se hace el debate. Ahí vemos video escándalos, las acciones de gobierno y de los políticos. Ahí se denuncia la corrupción. Pareciera que en las redes se dirimieran las elecciones. Ahí unos apoyan y otros denostan.

En el acontecer diario, lo que más pesa es lo que se vive de cerca, lo que se padece, lo que se siente, lo que se experimenta, lo que se comenta en el ámbito familiar, en el barrio, en la Colonia, en la Escuela, en el trabajo. Cada quien sabe algo y se comunica, se critica, se afirma. Ahí se arraigan convicciones sobre algunos temas, y de ahí se evalúa el acierto o el desacierto gubernamental. Se destruyen y se construyen imágenes políticas. Los intereses delinean las opiniones.

Por eso se recurre a candidatos sin partido, porque en éstos se percibe un distanciamiento de la imagen negativa que la gente tiene de los partidos y de los políticos.

La sociedad quiere que el gobernante sea honesto, que cumpla su palabra, que tenga experiencia, que esté desvinculado (a) de los partidos políticos, es decir, que sea independiente de los intereses que mueven a la clase gobernante.