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PARA CONSUMO DOMÉSTICO

Antonio Sánchez González

En las conferencias internacionales, a veces hay fotos familiares que sorprenden. Este fue el caso de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), celebrada en Samarcanda el 15 de septiembre pasado.

La OCS es una organización para la seguridad y la cooperación económica en Asia, fundada por China y Rusia en 2001 como contraparte de organizaciones internacionales occidentales como la OTAN y la Unión Europea. En una de esas fotos, los presidentes de Turquía, Rusia y Bielorrusia reían alrededor de una mesa bien surtida.

El primero de esos países pertenece a la OTAN, la gran alianza militar occidental, comprometida sin cortapisas en ayudar financiera, material y tácticamente a Ucrania, que fue atacada el 24 de febrero por el segundo país, en parte desde el territorio del tercero.

El rancio principio diplomático de que “los enemigos de mis amigos son mis enemigos” parece haber caído en desuso. Y es que el presidente turco tiene la intención de aprovechar al máximo el acervo de su país -la alianza militar con los Estados Unidos de 1952 y la asociación económica con Europa que data de 1963- manteniendo su relación política y energética con Rusia y, más en general, la máxima libertad de maniobra diplomática. Erdogan quiere seguir siendo un aliado de Occidente dentro de la OTAN, pero está claro que no considera alinearse en todas las circunstancias solo con el eje de Washington.

La guerra en Ucrania ofreció a Turquía tres oportunidades históricas, que Erdogan aprovechó perfectamente. Primero, la publicidad para su industria armamentística; sus drones, vendidos a Ucrania a principios de 2022, ahora son ampliamente cotizados en todo el mundo. Segundo, la cosecha del gas y el dinero de los oligarcas rusos, boicoteados por Occidente.

La tercera oportunidad es el papel de mediador, potencial pacificador entre rusos y ucranianos. Fueron los turcos quienes organizaron hace 5 meses las conversaciones de paz de Estambul y garantizaron el buen funcionamiento del corredor naval Odessa-Bósforo de la ONU para la salida de grano ucraniano. Criticado por su comportamiento deshonesto en Siria, el Mediterráneo oriental y Libia, ahora el líder turco está casi a las puertas del Nobel de la Paz.

En realidad, por su educación y nacionalismo Erdogan persigue estrictamente sus intereses en política exterior, sin consideraciones morales. En Samarcanda estuvo otro país asiático que no tiene la intención de encadenar su política exterior alineándose con un solo eje. La India.

Por mucho que Nueva Delhi esté encantada con su acuerdo de cooperación nuclear civil de 2008 con los Estados Unidos y su participación en el Quad, se niega a asociarse con la política antirrusa de Washington. Los rusos han sido leales amigos de la India desde la independencia, y Narendra Modi se negó a votar en contra de Rusia en las Naciones Unidas. Le compra más gas y petróleo que antes de la guerra.

En la década de los 50 del siglo 20, la India fue uno de los grandes líderes del Movimiento de Países No Alineados, al que se sumó el presidente Echeverría 15 años después. Era una no alineación basada en el principio de no violencia predicado por Mahatma Gandhi. Los No Alineados reprocharon a la Rusia soviética y a Estados Unidos que no dudaran en usar la fuerza para conseguir sus intereses. En el otoño de 1962, la humillación militar en el Himalaya de la India por parte de China (otro de los No Alineados) despertó brutalmente a la India.

Hoy, el muy realista ministro de Exteriores de la India, Subrahmanyam Jaishankar, tiene la firme intención de “explotar las oportunidades creadas por las contradicciones globales”. Aboga por “involucrar a Estados Unidos, administrar China, cultivar Europa, tranquilizar a Rusia, involucrar a Japón, atraer vecinos”. Con Modi, quien presidirá el Grupo de los 20 en 2023, la no alineación pacifista ha dado paso a la multialineación militarizada.

Esta alineación múltiple es ahora un factor de moderación. Al igual que Xi Jinping, Modi ya está utilizando sus buenas relaciones con Putin para disuadirlo de usar armas nucleares. India y China están listas para darle tiempo a Putin para salir de la trampa estratégica en la que se ha metido, pero reaccionarán el día que se sienta tentado a ir a los extremos. Y no.

No fue la “iniciativa” de paz publicada hace una semana por el presidente mexicano la que ha movido todo este tablero. Posiblemente él pueda empezar a comprenderlo si alguien le explica que el Movimiento de los No Alineados de los 70 hace mucho que ya no existe más