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Ojos que no ven…

José Guillermo P.H.

No es ninguna novedad que las cifras de contagios por COVID-19 en México están severamente subestimadas y hasta cierto punto es entendible en un país con las particularidades del nuestro, en donde las características geográficas y demográficas, en conjunto con la falta de infraestructura complican una adecuada detección y seguimiento de casos. Sin embargo, a esas dificultades hay que sumarle el intento por parte del gobierno de ocultar las cifras reales; no son pocos los casos de personas que han intentado hacerse una prueba de COVID-19 en el sistema de salud público y se han encontrado con diversos obstáculos; a algunos se les niega incluso con un caso positivo confirmado viviendo en sus hogares.

Los Centros de Salud de Zacatecas tienen como protocolo realizar una consulta médica para determinar si debe hacerse o no una prueba para detectar la presencia del COVID-19, cosa que va totalmente en contra de las recomendaciones de la OMS pues de acuerdo con el organismo internacional, las pruebas deben facilitarse a todas las personas que deseen hacérsela ante la más mínima sospecha de estar contagiado. Por si esto fuera poco, médicos del IMSS sugieren a sus derechohabientes que continúen haciendo su vida normal aún cuando podrían estar contagiados (cosa que no verifican ya que las pruebas las reservan para casos con síntomas severos, como si no hubieran repetido ya los científicos de todo el mundo que una persona puede ser asintomática y contagiar a decenas más), recomendación que no solamente va contra los lineamientos de la OMS, sino contra el más básico sentido común.

A estas severas deficiencias en el sector salud, debe sumársele la falta de voluntad política por parte de los gobiernos federal y locales, ya que, en ocasiones en los propios eventos de gobierno se olvidan por completo de los protocolos, poniendo en riesgo la salud de quienes asisten y de todas las personas con las que ellos tengan contacto.

Atrás quedaron las precauciones en gran parte de la vida diaria de los ciudadanos de nuestro país, es suficiente con una pequeña caminata un fin de semana por el centro de Jerez para darse cuenta que a ojos de muchos, la pandemia ya no existe.

Para empeorar la situación, el Semáforo Epidemiológico fue modificado para tener restricciones mucho menos severas que antes, incluso en semáforo rojo; pero ojalá aunque sea ese semáforo descafeinado se respetara, en la práctica observamos como pocos son los negocios que se preocupan por seguir los lineamientos, y menos, los clientes de los mismos.

Aún con todas estas contrariedades, el Semáforo Epidemiológico bajó en prácticamente todo el país; si cuando estaba “pintado de rojo” poco se hacía, ahora se percibe más difícil que se actúe con sensatez tanto en el sector público como en el privado.

Por fortuna la vacunación ha tenido efectos positivos, pues si bien aún faltan muchos mexicanos por recibir su esquema completo, las muertes (también severamente subregistradas) no se han disparado como ocurrió en las anteriores olas. Se entiende la urgente necesidad de reactivar la economía, pero la manera correcta de hacerlo es siendo conscientes de los peligros y actuando con responsabilidad y precaución, no cerrando los ojos ante lo que ocurre frente a nosotros.