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Negociando con Terroristas

Por José Guillermo P.H.

Hace nueve meses veíamos con horror las imágenes de Culiacán convertido en un infierno: vehículos y negocios quemándose, el humo y las ráfagas de armas automáticas delataban el enfrentamiento que ocurría entre las fuerzas del orden y el crimen organizado. El motivo: obligar al gobierno a liberar a Ovidio Guzmán, hijo de “El Chapo”; lo lograron, el propio Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador dio personalmente la orden -como él mismo lo dijo hace unos cuantos días- de liberar al delincuente.

“(..) podemos estar ante un punto de inflexión en el que los grupos delincuenciales verán rentable incursionar en el terrorismo. Si esto ocurre, el 17 de octubre de 2019 podría pasar a la historia como el inicio de una trágica etapa para nuestro país, recordemos que el infame Cártel de Medellín ya utilizó con funesto éxito al terrorismo como arma para someter al Estado colombiano durante las décadas de los ochenta y principios de los noventa.” Esto fue lo que escribimos en esta misma columna publicada el 20 de octubre de 2019; hoy, las terribles imágenes de lo vivido en Culiacán se repiten en el estado de Guanajuato con un trasfondo similar: presionar al gobierno para que libere a los familiares del líder de un cartel.

Los hechos ocurren 9 meses después de esa orden de liberar al hijo de El Chapo tras los actos claramente terroristas que lograron doblegar al gobierno de México, como si en aquel entonces hubiera comenzado a gestarse la quema de negocios y vehículos, los asesinatos y el terror que ocurre en estos momentos en el estado de Guanajuato. Todo esto ordenado por “El Marro”, quien advirtió que no se quedaría cruzado de brazos pues su madre, su hermana, su prima y con anterioridad, su padre, habían sido detenidos.

Seguramente el líder del Cartel de Santa Rosa de Lima busca llegar al mismo trato que logró el Cartel de Sinaloa en octubre del año pasado a pesar de no contar con una organización ni remotamente tan poderosa; recientemente la Secretaría de Seguridad Ciudadana de Celaya informó que fueron quemados vehículos, taxis, camiones, camionetas, tractocamiones y negocios en el Libramiento Sur, en la zona centro de Celaya, en las comunidades de Ojo Seco, Santa María del Refugio, Rincón de Tamayo y en Michinelas. Los ataques también se registraron en la colonia Jardines, Los Fresnos, La Trinidad y en El Vergel, entre otros puntos.

Uno esperaría que el gobierno aprendiera la lección y que no recompensara más a los delincuentes que cometieran actos claros de terrorismo, sin embargo, luego del caos que ha desatado El Marro en Guanajuato, se informó que el padre de este criminal había sido puesto en libertad luego de que una jueza considerara que los delitos de que se le acusa no son graves y a que al ser mayor de 60 años es población de riesgo ante el COVID-19. El padre de El Marro ya está de vuelta en las calles tras pagar 10 mil pesos de fianza para supuestamente, cumplir arresto domiciliar.

Por si esto no fuera suficiente, la madre de este criminal así como los otros detenidos, también fueron liberados por “falta de pruebas”. Falta de voluntad por hacer cumplir la ley, debieron decir.

La violencia ha alcanzado niveles récord en México; tan solo el viernes pasado hubo 16 ejecutados en nuestro estado, 14 de ellos en Fresnillo. El mismo viernes el Secretario de Seguridad de la Ciudad de México fue atacado en pleno Paseo de la Reforma por 28 sicarios; él sobrevivió pero no así dos policías que lo escoltaban y una joven mujer, madre de dos, que quedó atrapada en el ataque cuando se dirigía al puesto de comida en el que trabajaba.

Es evidente que los abrazos como estrategia de seguridad no funcionan, los criminales seguirán avanzando hasta donde los dejen. Hoy, igual que hace nueve meses, concluimos con el mismo pensamiento: ojalá que el presidente López Obrador entre en razón, pues lamentablemente los criminales ya le tienen tomada la medida, ya saben que pueden hacer lo que les plazca en este país y salirse con la suya siempre y cuando estén dispuestos a causar el mayor terror posible entre la población.