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Mencidad forzada y menores no acompañados en Zacatecas

Están situados estratégicamente en calles y avenidas donde se ha “normalizado” su condición

No son menores abandonados, son niños que enfrentan responsabilidades de adulto, vigilados a lo lejos.

Por Irene Escobedo López

No mide ni siquiera un metro de altura, es tan pequeño que difícilmente se puede advertir que está allí sobre el carril de circulación, haciendo malabares con dos pelotas que con dificultad el pequeño indígena sostiene en sus manitas y que apenas logra elevar por encima de sus hombros. Es menudito, su complexión es la de un niño desnutrido e intenta pasar por un payasito alegre (tiene dibujada una sonrisa ‘forzada’ en su rostro) pero enseguida lo delata la mirada triste.

Nadie le acompaña, no se advierte la presencia de algún adulto cerca que parezca su tutor, “los vigilan” a la distancia, para asegurarse que pidan dinero, pero no los cuidan, –comenta un transeúnte mientras observa que intentamos captar una imagen-. Es posible que el pequeño sea un menor no acompañado o que por el contrario no sea un niño abandonado, es un pequeño que enfrenta responsabilidades de adulto como consecuencia de la ignorancia y la pobreza, y que todos los días tiene un empleo, el de la mendicidad forzada, un trabajo donde el riesgo menor es el de ser atropellado o pasar hambre y frío y la consecuencia mayor es de estar en riesgo de ser objeto de trata, de violencia, abusos y discriminación.

-¿Estas solito?, ¿dónde está tu mamá?, ¿tu papá? -Apresuré las preguntas antes de que el semáforo le obligara a distraerse para continuar con su quehacer- ¿quién te cuida? -La respuesta no llegó, solo volteó su mirada como buscando con temor algo o alguien a lo lejos. Sus ojos se llenaron de angustia. Agacha la cabecita.

Exploré en los alrededores para saber si había alguien a cargo del niño, cualquiera que pudiera parecer su tutor. Fui en la dirección que el niño había dirigido su mirada. Sobre los camellones de la Avenida García Salinas hay solo niños en solitario haciendo mendicidad y cada semáforo se repite la escena. Por fin, una mujer adulta con un menor a la espalda. No es seguro que sea la mamá, por su apariencia podría ser la abuela o ni siquiera tener relación filial.

-Estos niños que están allá lejos solitos, ¿¡quién los cuida!?, ¿están con usted?, ¿es usted su mamá?
-No -respondió con total retraimiento, tan bajito que apenas alcancé a escuchar-
-¿No? ¡Como de que no! –Increpé, era evidente que estaba a cargo. Se asustó que ni cuenta me di cuando huyó.

Este caso no es sin embargo el único, los menores “no acompañados” están por todos lados en las calles de Zacatecas, en casi todos los cruceros sobre todo de la zona de centros comerciales. Y lo mismo en las principales ciudades del Estado. Hay pequeños indigentes con franelas, pelotas, chicles. Un grupo de niñas pequeñas, no pasan de los diez años de edad (hay muchísimo más pequeñas) intentan limpiar parabrisas en uno de los cruceros más transitados y para lograrlo deben trepar a los neumáticos de los autos.

Los automovilistas apenas advierten su presencia mientras las menores corren y cruzan sin la menor precaución. Pareciera que toman con ligereza su sujeción, alguien se ha encargado de normalizar su faena, de hacerles creer que ésto es la vida y ellas y ellos mientras tanto caminan y saltan mientras trabajan, como si estuvieran en el recreo, en el patio de la casa, conceptos que irónicamente les son totalmente ajenos, no van a la escuela y seguramente no tienen un hogar.

-Y a ustedes ¿quién las cuida?
-Mis primos –respondió con avidez la más grandecita-
-¿Y dónde están tus primos?
-Allá –Señaló hacia un grupo de pequeños también de condición indígena, que como ellas no superan los diez años de edad.

Todos parecieran ser menores no acompañados, pero situados estratégicamente en calles y avenidas. Hay también un grupo de niñas adolescentes, por sus risas dan la impresión de estarse divirtiendo. Su rostro ruborizado dice otra cosa.

En México hay cientos de menores no acompañados producto de la trata de personas, por migración y por decisiones de los padres que los obligan a trabajar y son niños invisibles. Pasan desapercibidos para los ojos de los demás, que desde la otra perspectiva hemos normalizado la mendicidad y nos hemos familiarizado con las escenas de niños solos que mendigan y de la nada aparecen por todos lados delante nuestro.

Nadie sabe si son parte de familias en tránsito o producto de la migración interna en el país, que sobreviven con el producto del “trabajo” de estos menores que todos los días están expuestos y corren el riesgo de sumarse a los reportes de búsqueda de menores y adolescentes en Zacatecas donde las cifras de delitos contra menores se triplican, mientras la página de la Fiscalía General del Estado, aparece colmada de alertas Amber y protocolo Alba.

Por otro lado hay delitos como la violencia sexual donde las principales víctimas son las niñas y los niños, pero al mismo tiempo el 62 por ciento de los agresores son también menores de edad, según datos de la Fiscalía Especializada en Delitos contra las Mujeres. Hay incluso un caso grave, afortunadamente castigado, que sucedió el año pasado, donde una pequeña niña indígena fue agredida sexualmente en el Cerro de la Bufa. El agresor logró su cometido tras amenazar a la menor con robársela y matarla si decía algo.

Para el colectivo Nantzin esta situación ubica a Zacatecas en el séptimo sitio a nivel nacional en abuso sexual infantil. La organización pro defensa de las mujeres se ha mantenido firme también en el reclamo de justicia por la muerte y desaparición de infantes como el caso de la pequeña Sofía, por quien mantiene fija y visible la publicación de un desplegado en la prensa.

Desafortunadamente en México, aún se consideran normales y son ampliamente aceptadas, tanto como métodos de disciplina como de interacción cotidiana, el castigo corporal, las agresiones psicológicas y otras formas humillantes de trato hacia niños y adolescentes ha advertido la UNICEF, mientras que ha sugerido una Agenda por la Infancia y la Adolescencia en la que ha propuesto trabajar para garantizar la instalación y pleno funcionamiento de las Procuradurías de Protección de niñas, niños y adolescentes.

UNICEF ha urgido a nuestro país para asegurar que los procesos de procuración e impartición de justicia para niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia sean especializados y adaptados a sus necesidades y características particulares.

Busca lograr que las leyes federales y estatales prohíban y sancionen el castigo corporal, el abuso sexual y todos los tipos de violencia en contra de niñas, niños y adolescentes, entre otras acciones y espera encontrar eco antes del 2024, en un sistema de justicia desafortunadamente remiso, entre autoridades y gobiernos impasibles y en un país donde el valor de la vida se ha contraído.