Marta Muro, relevante pintora jerezana, siempre fiel a su oficio y arte
Por José Muro González
MHan sido largos los años en los que Marta Muro, acatando, ella misma, la advertencia que su admirado Ramón López Velarde le prescribió a la patria como la clave sine qua non para alcanzar la dicha, ha llevado a la práctica la consigna de ser siempre igual, fiel a su espejo diario. En efecto, esta pintora, con su autenticidad y su incansable brega en la práctica de su oficio y de su arte, la han convertido en una persona serena, satisfecha, alegre, agradecida con la vida (“Vida, nada me debes, vida, nada te debo, vida, estamos en paz”). Han contribuido también a la paz que caracteriza a Marta, llamada también Georgina por sus amistades y conocidos, el amor y apego que siente por Jerez. Podríamos decir, utilizando un vocablo ideado por algún historiador, que Marta es una matriota, una devota de su matria, es decir, su pueblo, su Jerez que ha constituido un leit motif de su obra pictórica, a la que ha reproducido en múltiples cuadros de su autoría.
Marta, nacida en Jerez, ya desde que cursaba la primaria en el Colegio Daniel Márquez Medina, mostró aptitudes para el dibujo, y, posteriormente, mientras estudiaba la carrera de Contador Privado en la misma institución, recibió su primera enseñanza de dibujo y de artes plásticas, de parte de Rosita Rivera, maestra empírica quien le despertó ese gusto y esa vocación.
Los caminos de la vida llevaron a nuestra pintora a trasladarse, junto con su familia, a la ciudad de México, donde otra Rosita, Rosita de la Torre, y por añadidura, también, jerezana, le abrió las puertas de su taller de pintura, donde las habilidades pictóricas de la pintora en ciernes florecieron, pese a que debió pintar cuadros estrictamente comerciales que no eran completamente de su agrado, pero que le ayudaron a devengar un salario para contribuir al gasto familiar.
Siendo inquieta y deseosa de conocer mundo, así como de perfeccionar su estilo de pintura, Marta se lanzó a la aventura y, como pintora viajera siempre armada con su equipo PPC (pincel, paleta y caballete), comenzó un extenso periplo, en el que tuvo diversas estadías en Europa: Reino Unido (Cambridge, Londres y Brighton), así como Francia (París), fueron los países en los que ella siguió estudiando, pero también trabajando, aun en empleos no relacionados con la pintura. Después vino para ella una estadía en Puerto Rico, país del que quedó admirada por su exuberancia y colorido. Como buena jerezana/zacatecana, y migrante, no faltaba más, ella también tuvo un paso por California, donde tuvo la oportunidad de exponer algunas de sus obras.
Ya de vuelta en México, Marta ejerció su oficio de pintora en Pénjamo, Guanajuato y Guadalajara, pero el lugar que representó para ella un acontecimiento singular fue una estadía en Chiapas, concretamente, en Unión Juárez, un pueblito situado en la frontera con Guatemala, que le ofreció no sólo temas para su pintura, sino que le descubrió el mundo definitivo de su expresión pictórica; aquellos paisajes, costumbres y voces le dieron lo que hoy es su pintura costumbrista, poco simbólica, pero llena del rasgo exacto en el retrato.
Tras de sufrir el terrible sismo de septiembre de 1985 en la ciudad de México, Marta decidió cerrar un círculo y volver a su natal Jerez, dando fin a su intenso, revelador y prolongado periplo, superando con mucho, en cuanto a duración, al mismo Ulises quien, según la Odisea, tardó diez años para volver de nuevo a su punto de partida.
Marta vino a caer a su querido Jerez, al que le ha dedicado a este entrañable pueblo y a un buen número de sus habitantes, algunos de sus cuadros. Entre las obras más destacadas que ella ha pintado aquí están los retratos de expresidentes municipales que le comisionó la entonces Presidenta Municipal Bertha Torres Valdés y que se exhiben en la galería de la sala del Cabildo del Ayuntamiento Municipal, aun cuando hay que mencionar, que quizá por razones de espacio, faltan los retratos de los 4 o 5 presidentes más recientes. Asimismo, ella es también la autora de los cuadros de un mayor tamaño de Ramón López Velarde y de Calendario Huízar que se encuentran fijos en los muros de la escalera que se encuentra del lado izquierdo del edificio de la Presidencia Municipal.
Hace varios años externó la artista su ilusión de pintar, en algún lugar público, un mural dedicado a los personajes excéntricos, raros, estrafalarios que vivían en Jerez hacia la década de los setentas del siglo pasado y que generaron numerosas anécdotas hilarantes, descabelladas incluso, que divertían y entretenían a la población. Al caracterizar a los integrantes de este grupo sui-genéris, algunos los llamaban personajes típicos del pueblo, cuando, en realidad, fueron personajes atípicos, quienes, no obstante su manera de ser, pensar y actuar de manera extravagante y original, le daban humor y colorido al pueblo. En tal “selecto” grupo militaban personajes tales como como el Rorro, el señor Ávila, el loco Pío, el Cacho, Vidalito, este último llamado “el borracho caballero”, e incluso el mismo Sacramento Berumen, perfumero, pintor y poeta, cuyo ingenio, chispa y originalidad llamaban la atención general. Con “Mento” Berumen, Marta sostuvo una interesante correspondencia. Es una lástima que ese proyecto para elaborar un mural sobre dicho grupo no llegó a fructificar.