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Los Posos del Café

Los Posos del Café.

María Amparo González Berumen.

 

A lo largo de la historia el hombre se ha esforzado y ha utilizado innúmeros e impensados

medios para predecir el futuro. Las adivinas escudriñan acuciosamente la palma de la mano de

sus visitantes, las cartas o la esfera de cristal, y otras más prefieren valerse de los posos del

café.

Muchos han sido los pueblos que se han interesado por la adivinación. Los griegos

consultaban infatigablemente el oráculo de Apolo en Delfos, o el de Zeus en Dodona. Los

pueblos de la Mesopotamia examinaban las entrañas -especialmente el hígado- de algún

animal sacrificado para el efecto. Esta práctica antiquísima fue adoptada por los etruscos,

quienes la llevaron a Italia, siendo de gran influencia entre los romanos, porque estos

concedían gran importancia a los omina -pronósticos que abarcaban desde el vuelo de las aves

hasta los estornudos-, y se sujetaban a un verdadero ritual al estudiar dichas artes con el

objeto de averiguar si se contaba con el apoyo de los dioses. En tiempos de la dinastía Shang,

los chinos tenían una civilización muy perfeccionada con su principal centro en Anyang. Allí

recogieron millares de huesos, fundamentalmente escápulas de caballo y algunos caparachos

de tortuga, que ellos llamaron “huesos oráculo”.

Para escudriñar la voluntad de los dioses, los chinos ponían dichos huesos sobre un fuego, y

bajo la influencia del calor quedaba ocasionalmente anotada la supuesta contestación a lado

de las grietas. Este fue un hecho venturoso porque gracias a esas inscripciones primigenias se

han obtenido valiosos datos en torno a los usos y costumbres de aquella época.

Las artes adivinatorias se extendieron desde el Tibet hasta las costas del Artico. Pero no se

limitaron al Viejo Mundo, pues tuvieron gran influencia en América del Norte entre los antiguos

mexicanos, y en Sudamérica en el Perú, para luego extenderse desde Colombia hasta la Tierra

del Fuego…

La más célebre especialista de la adivinación por los posos del café fue Madame Marie-Anne

Adelaide Lenormand, quien vivió en los años de la Revolución Francesa y del Imperio. Se sabe

que en 1789 profetizó el derrumbamiento de la monarquía. Predijo que Joachim Murat, hijo de

un mesonero francés y uno de los oficiales de Napoleón, sería rey y que tendría sangriento fin:

Murat, rey de Nápoles, fue fusilado en 1815. A quien sería la esposa de Napoleón Bonaparte,

Josefina Beauharnais, le profetizó la muerte de su primer marido y su casamiento con un

soldado que escalaría los más altos honores.

Marie-Anne Lenormand tuvo su mejor época en 1814, cuando las fuerzas aliadas vencedoras

ocuparon París. Por ese tiempo corría el rumor de que dos personajes secretos, el Zar

Alejandro I y asimismo Federico Guillermo III de Prusia, estuvieron alguna vez en su casa. La

vidente tenía cuarenta y dos años cuando en 1817 publicó con gran éxito su Oracle sibylin avec

la suite des souvenirs prophetiques, obra en la que ostenta su conocimiento en torno a la

adivinación por los posos del café.

… Pero fracasó al indagar en sí misma. No vaticinó que en 1794 sería arrestada y a punto de

caer en la guillotina. No previó que sería encarcelada en 1803, en 1809, y en Bruselas en 1821.

La escudriñadora del bagazo del café vaticinó que viviría ciento veinticuatro años y murió a los

sesenta y cinco.

En el mes de los propósitos, este tema pudiera ser piadoso… Con mi deseo de que sus

proyectos se realicen…