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Liberalismo, salud pública y coronavirus

Antonio Sánchez González. Médico.

La historia nos muestra que las crisis más graves suelen ir seguidas de buenos tiempos. Por lo tanto, podemos imaginar que el Covid será seguido por un nuevo período de años gloriosos. ¿El conflicto en Ucrania vuelve obsoleta esta hipótesis?

Todavía es pronto para decirlo, pero es seguro que el conflicto en Ucrania tendrá un costo económico significativo. Las medidas de represalia adoptadas por casi todo el mundo contra Rusia conducirán a un aumento de los precios de las materias primas, en particular de los hidrocarburos. Nos costarán varias décimas de puntos de inflación y de crecimiento en México este año.

En este momento es muy difícil medir las consecuencias económicas globales de este conflicto, porque depende de dos factores que aún no están claros: su duración y su extensión. En este momento es imposible predecir si se dará un nuevo período de crecimiento económico acelerado como colofón de la epidemia y es imposible predecir cuándo iniciaría este pretendido período de crecimiento financiero significativo.

Sin embargo, aquí hay algunas razones para el pesimismo. Si bien, la economía mexicana, con el fin de la crisis sanitaria podría beneficiarse del empujón que pudiera darnos la economía estadounidense y de un mecanismo psicológico de voluntad de olvidar la crisis, elemento que los economistas rara vez ven porque es difícil de calcular con ecuaciones, se traduce en la voluntad de volver a comprar, de convivir, de consumir, de invertir, etc. Sin embargo, las políticas económicas de apoyo que no adoptó el gobierno de México previsiblemente no permitirán resolver problemas que existían independientemente de la epidemia. Por ejemplo, cuando el gobierno de México no establece sistemas fiscales de auxilio a las empresas para ayudarlas a invertir en cosas como ciberseguridad, por ejemplo, o en ayudas fiscales básicas, como segunda muestra, nos lleva en la dirección incorrecta. Al contrario de lo postulado por el ejecutivo, las intervenciones estatales en el ámbito económico pueden ser deseables en una lógica liberal ya que traen nuevas libertades y no nuevas restricciones.

El segundo elemento que nos pone en desventaja para enfrentar una eventual salida económica acelerada posterior a la epidemia es la dispersión de dinero gratis a segmentos indiscriminados de la población con el pretexto de una pretendida redistribución de la riqueza en un quimérico esquema simplón de combate a la desigualdad: el trabajo es la columna vertebral de la sociedad, aunque esto no significa que todos tengan forzosamente que trabajar -algunos no trabajan porque están enfermos, jubilados o buscando trabajo-. El punto es que el trabajo es la referencia económica, especialmente en términos de distribución del ingreso. Así es como se organizan nuestras sociedades.

En sentido primitivo, la óptica de la política asistencialista del actual gobierno de México significa pagar un ingreso a todos simplemente por existir. El principio de la renta gratuita e indiscriminada es una ruptura filosófica completa con nuestros modelos actuales de sociedad. Es la ruptura con el mundo hegeliano, con el mundo de la Ilustración que es el de la dialéctica del amo y del esclavo. El amo es el esclavo porque trabaja. El esclavo es el amo porque no trabaja.

Solamente el trabajo genera prosperidad y no el ingreso. En el fondo deberíamos estar en contra de la renta gratuita no por razones económicas o financieras, sino por cuestiones civilizatorias y filosóficas.

Y, por último, vamos a tener que ser muy imaginativos hablando de salud. Tenemos enormes desafíos por delante. Al contrario de lo prometido por nuestro actual gobernante, el gasto en nuestro sistema sanitario se ha contraído significativamente en los últimos años cuando tenemos urgencias que fueron desnudadas por la epidemia y que acabaron con la vida de mucha gente que no debió morir en estos últimos 24 meses.

Si queremos aprovechar las innovaciones terapéuticas en los próximos años, debemos hacer crecer el presupuesto en salud a tasas casi exponenciales, sabiendo que el envejecimiento de nuestra población y la prevalencia de enfermedades degenerativas aumentará las necesidades de salud de los mexicanos. Es un esfuerzo considerable. Es por eso por lo que debemos poner énfasis en la regulación del gasto en salud poniendo en el centro de la discusión a las personas; personas como usted y yo; los pacientes, los médicos, los profesionales de la salud: urgentemente hacer más prevención (en los hechos y no en las mañaneras) y evitar los exámenes de salud no esenciales tanto como sea posible. México realmente necesita pensar en la reorganización de la salud.