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Lecciones de la democracia

Jaime Santoyo Castro

En la democracia se debe aprender tanto de las derrotas como de las victorias, para tener presente que ni unas ni otras son para siempre. Esto lo sabe muy bien la sociedad actual, que a la hora de emitir el voto lo hace ratificando la confianza antes depositada, o retirándola, más allá de promesas y prebendas.

El pueblo conoce el valor de su voto, y sabe orientarlo a un destino colectivo que responda a sus exigencias, causas y necesidades, mandando mensajes para que los Partidos Políticos, sus líderes, guías y mandatarios no olviden que el poder es temporal y comprometido a cumplir. En política no hay casualidades; los resultados de una elección son consecuencia de aciertos y errores. Un buen gobierno, cercano a la gente, que propicia armonía, desarrollo y bienestar, honesto, y atento a los compromisos sociales dará siempre buenos resultados, y abonará a la confianza de los electores por el gobernante y su partido, pero en sentido inverso; un mal gobierno, soberbio, dictatorial, incapaz, corrupto, que conceda privilegios, recibirá el rechazo y el castigo en las urnas, sea cual fuere su propósito.

Por ello no deben sorprendernos los resultados electorales de Coahuila e Hidalgo, porque son el reflejo de lo que antes hemos expresado, con la influencia del devenir gubernamental local y federal. Ambas entidades tienen gobernadores del PRI, y en las dos ganó MORENA en 2018. Hubo en esta reciente elección intermedia local una disminución de votos para Morena y un incremento para el PRI. A la vuelta de dos años, es un viraje importante que muestra de manera contundente que ni MORENA es un partido invencible, ni el PRI es un Partido acabado. No es momento de triunfalismos ni derrotismos; no seamos ingenuos. Ni las victorias ni las derrotas se consiguen de una vez y para siempre. Podemos engañar una vez, pero no dos veces; podemos hacer creer que vamos a servir a la nación, pero en la siguiente parada la mayoría nos va a bajar, y nos volverá a subir cuando sepamos cumplir.

Ni el uso de la mentira, ni el abuso de poder, ni el desvío de recursos públicos, ni la descalificación, serán más la base de la conquista del poder.