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Las Esplendentes Estrellas

Amparo Berumen

Las estrellas son cuerpos siderales que como el Sol, brillan con luz propia. Innumerables observatorios astronómicos recurren hoy a las estrellas para determinar la hora correcta. De antiguo la gente las veía como guías y compañeras. Sin brújula ni sextante los marineros surcaban las aguas guiados por la Estrella Polar, la Osa Mayor y la Cruz del Sur. En las inmensas extensiones del ignorado continente, los exploradores de América se abrían paso a lo largo de los ríos y al atravesar los espesos bosques, guiados a veces también por las estrellas. Y los pastores las contemplaban allá en lo alto, mientras guardaban sus rebaños en las colinas solitarias.

La tierra echó de menos/ sus pasos de pastor sobre los montes –dijo Neruda, del poeta pastor Miguel Hernández… y escuchó de la tierra/ levantarse un rumor, un latido,/ como si se entreabrieran las estrellas… A algunos planetas como Venus se les llama a veces estrellas porque brillan por la luz que reflejan del Sol, mas no debemos olvidar que las estrellas centellean y los planetas no. Esto se debe a causas complejas relacionadas con la mayor distancia que nos separa de ellas, y con el hecho de que son focos primarios esplendentes.

La atmósfera terrestre y el color de las estrellas influyen también en este fenómeno, y es más notable el centelleo cuando están cercanas al horizonte, aunque muchas no se alcanzan a distinguir a causa de la bruma. El Sol puede ser observado con mayor facilidad que las demás estrellas por ser mucho menor la distancia que lo separa de la tierra, y han podido por ello enterarse los astrónomos de muchas de las características de las estrellas, y averiguar que se trata de cuerpos gaseosos cuya energía se origina en procesos nucleares cotejados en su interior.

Algunas son menores que el Sol y otras mucho mayores. Aun con los grandes telescopios, se ven resplandecer como puntos en el azul– marino infinito por la gran distancia a que se encuentran, pareciendo por eso hallarse en posiciones fijas, cuando en realidad se ha comprobado que tienen movimiento propio y que algunas giran en torno de otras.

El método más antiguo para calcular las distancias de las estrellas data apenas de hace poco más de un siglo, y requería la aplicación de la trigonometría para observar el Sol, la Tierra, y la estrella cuya distancia se medía. Otro procedimiento se obtuvo cuando aprendieron a fotografiarlas los astrónomos. Y un tercero, con el manejo del espectroscopio. Con un telescopio muy heroico como el del observatorio del Monte Palomar en California, EUA, se pueden fotografiar varios miles de millones de estrellas en toda la bóveda celeste, evaluándose que su número pueda llegar por lo menos a unos 30 mil millones.

Desde los sabios días de los astrónomos griegos, hace dos mil años, las estrellas se han dividido en clases, de acuerdo a su magnitud o brillo. Hasta la invención del telescopio se reconocían sólo 6 magnitudes y hoy, con los grandes telescopios modernos, se reconocen hasta de magnitud 21. Pese al extenso número de estrellas que pueblan el firmamento, cada una necesitaría un nombre y un número que la identifique.

Desde fechas lejanas en la agenda del tiempo, hombres de diversos países –griegos, romanos, árabes, chinos– bautizaron a las estrellas más brillantes y a otras que por causas específicas les parecieron notables, sumando hasta más de un centenar, si bien sólo unos 30 de estos nombres son de uso común. Entre las estrellas de primera magnitud se cuentan Siro, Canopo, Alfa del Centauro, Vega, Cabra, Arturo, Rigel, Me da lástima de las estrellas luciendo hace tanto tiempo, hace tanto tiempo… Pessoa. Porción, Achernar, Altair, Betelgeuse, Aldebarán.

Los astrónomos empezaron en el siglo XVIII a publicar listados con número de las estrellas observadas, y gracias a ello pronto llegó a ser una costumbre distinguirlas. Ya en 1937 se editó el gran CATÁLOGO GENERAL que registra las de brillo superior con información de cada una, y ulteriormente se publicó la CARTA FOTOGRÁFICA DEL CIELO, en cuya construcción han intervenido los observatorios más destacados del mundo. Algunas veces una estrella que gira alrededor de otra se interpone entre su igual y el observador, motivando el eclipse de la estrella compañera y provocando que varíe su brillo.

Esa estrella es una variable eclipsante, mas otras son variables intrínsecas y su cambio de brillo responde a su constitución física: son cuerpos pulsantes que se contraen y se dilatan, como la eclipsante Algol, la pulsante Delta de Cefeo, y la variable Mira Ceti.

A los astrónomos interesan los movimientos, las distancias, el brillo, el número, los colores, la temperatura y el tamaño de las estrellas. Algunas son blanco azuladas o sólo blancas; otras son amarillas, anaranjadas o rojas… Mas nosotros, mortales comunes, queremos tan sólo verlas en el firmamento… Laureando siempre a Galileo Galilei, invito a usted a mirar más el cielo y sus misterios. A soñar más con las estrellas murmurantes y con la luna y con los planetas que, al fulgir, a ellas se parecen. Sí. Vaya esta radiante invitación, no sin antes poner aquí, para quien quisiera hacerlo suyo, el pensamiento de Virgilio: