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LA PESADILLA DE LOS PODEROSOS

Jaime Santoyo Castro

La traición de una persona a otra, o de una persona a su pueblo o a su gente, es sin duda una de las afrentas más difíciles de olvidar, particularmente en el ámbito de la política. Cuando alguien asume el poder, en el nivel que sea, a su preocupación por cumplir el objetivo que lo llevó al cargo, de inmediato se suma el temor a ser traicionado.

Para eso, al nombrar a sus colaboradores, opta por sus amigos, sus más allegados, los que le inspiran mayor confianza, a quienes conoce, con los que ha convivido, a los que obedecen, pensando que por eso son los más leales, aunque no sean los idóneos y hace a un lado a los que pudieran ser mejores; pero siempre, gracias a las intrigas, a las desavenencias, a la envidia y a las lenguas de doble filo, aparece la sombra de la duda y esto transforma al poderoso, volviéndolo desconfiado, taciturno, irritable, insondable y en ocasiones inexcrutable e inaccesible.

Cuando nos viene a la cabeza la figura de un traidor, recordamos a Judas Iscariote, que entregó a Jesús por treinta monedas, y en Efialtes de Traquis, en la Grecia del Siglo V, el granjero que traicionó a los griegos favoreciendo a los persas pensando que iba a recibir una gran recompensa y sólo recibió la muerte. El traidor fue traicionado. Traición viene de la expresión latina traditio, que significa “acción de entregar a alguien o algo”.

En el idioma inglés se conserva la raíz latina en el término “trade”, que significa comercio; intercambio de mercancías, pero en la traición el intercambio se realiza a espaldas del negociado a escondidas, sin que se entere, quebrantando la amistad, la lealtad y en ocasiones violando los juramentos.

Traicionar pues, se entiende como la acción de “entregar algo o a alguien” a cambio de ciertos beneficios, y la historia registra cientos de casos, pues la traición en la política invariablemente deja una huella profunda. Se traiciona a los amigos, a los jefes, a los colaboradores, a la familia o a su pueblo, pero también se traicionan los ideales, los principios, y los compromisos.

Los griegos a la traición le llamaron Prodosía, con la que designaban la acción de entregar al ser amado al enemigo, con una extensión de significado que implica la idea de abandono o en peligro.

Cuando el político siente la traición, cambia su forma de pensar, y de actuar; se vuelve desconfiado, taciturno e irascible, y empieza a ver moros con tranchete hasta en la sombra, afectando seriamente su capacidad de actuar en el cumplimiento de su encomienda. ¡La traición es su pesadilla!