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La lámpara de Diógenes

Jaime Santoyo Castro

Hace unos días, en una modesta vivienda, vi una estatuilla de un hombre levantando una lámpara. En un principio pensé que era un minero, pero no tenía ningún instrumento para la minería y con la lámpara por delante parecía buscar algo a su derredor. Recordé las enseñanzas de filosofía en la preparatoria, y aquellas lecciones que nos hablaban de un filósofo griego llamado Diógenes, famoso por su lámpara buscando un hombre honrado. 

La vida de los filósofos es muestra de las complejas y profundas reflexiones de las grandes epopeyas, que contienen concentrada en pequeñas dosis la esencia de toda la sabiduría de la época. Por ello no deja de sorprender la búsqueda, desde ese entonces, de un hombre honesto sobre la faz de la tierra.  

De Diógenes se cuentan muchas anécdotas, como aquella que le dedicó al todopoderoso Alejandro Magno y que nos cuenta que paseando por la ciudad el emperador con su séquito se encontró a Diógenes, sentado en mitad de la calle. El emperador, magnánimo, le dijo que le pidiera aquello que más deseaba, que él lo haría realidad y Diógenes le dijo: “el sol”; “Apártate, que me tapas el sol”. Mientras que el séquito del emperador prorrumpía en carcajadas e insultos contra el filósofo, el joven pero inteligente rey de Macedonia (quien había sido discípulo de Aristóteles) quedó sumamente impresionado por la coherencia del personaje, pues dejaría dicho para la posteridad: “Si no fuera Alejandro, querría ser Diógenes”.

Diógenes decía que los dioses habían dado al hombre una vida fácil, pero que estos se encargaban constantemente de complicarla y hacerla mucho más difícil. Que la sabiduría era para los hombres templanza, para los viejos consuelo, para los pobres riqueza y para los ricos ornato.

Pero quizá lo que más llame la atención por la época es que Diógenes salía a la plaza pública con una lámpara de aceite encendida en pleno día, diciendo: “Busco un hombre honrado que ni con el candil encendido puedo encontrarlo”. Ya desde entonces la preocupación era encontrar hombres justos y honestos.  

No se sabe si lo encontró y si fuera el caso, lo importante sería encontrar la lámpara, que mucho bien haría a la humanidad actual, como un instrumento para encontrar hombres honestos y justos para encomendarles la tarea de gobernar.