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La batalla de Jerez por conservar su nombre

José Muro González

Durante casi un siglo, el que va de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, el nombre oficial de Jerez fue Ciudad García. En efecto, el 31 de julio de 1859, mediante decreto se determinó eliminar el nombre de Jerez a la ciudad por el cual, desde el siglo XVI, había sido conocida.

En virtud de tal decreto, la ciudad sería denominada, en lo sucesivo, Ciudad García, ello cuando el gobierno decimonónico del Estado de Zacatecas, deseoso de honrar, mediante tal medida, al ilustre patricio jerezano y gran Gobernador de Zacatecas que fue Francisco García Salinas, le adjudicó tal nombre a la ciudad.

Conviene recordar que desde que se llevó a cabo el repoblamiento definitivo de la población en 1570, y aun antes, el poblado fue conocido como Jerez o Xerez, en recuerdo de la población del mismo nombre que existe en Andalucía, España.

El nombre de Jerez proviene de un vocablo árabe que significa “lugar donde abundan los pastizales”, por lo que los primeros españoles que se asentaron en la comarca, siendo andaluces extremeños, decidieron llamarla Jerez, al percatarse que esta nueva tierra era propicia para la explotación ganadera.

La medida tomada por el Gobierno estatal en 1859 de cambiarle el nombre a Jerez no fue del agrado de los entonces jerezanos, entre otros motivos, porque tal decisión a la vez que atentaba contra una tradición ya centenaria, imponía un nombre, el de Ciudad García, del cual no se podía desprender gentilicio alguno para los nacidos y/o habitantes del pueblo.

Por su parte, dentro de los gobiernos estatal y municipal, en contraposición, era obligatorio dar pleno cumplimiento al decreto por el que se dispuso la modificación del nombre de la ciudad, por lo que todos los documentos oficiales emitidos por dichas autoridades, dígase actas de nacimiento, matrimonio, muerte, certificados diversos, mapas, escrituras de bienes inmuebles, etc. emitidos en Ciudad García, tenían que ostentar este nombre, y no el de Jerez.

Por razones propias, la Iglesia Católica tampoco aceptó el cambio de denominación de Jerez, y tanto en las Fes de Bautismo, como en las actas de matrimonio y otros documentos eclesiásticos se siguió utilizando el nombre de Jerez.

Un caso típico notorio de esta dicotomía en cuanto al nombre de la población que prevaleció en Jerez a finales del siglo XIX, lo constituyen tanto el Acta de nacimiento, como la Fe de bautizo de Ramón López Velarde: en el primer documento, el padre del poeta, Guadalupe López Velarde, quien entonces se desempeñaba como notario en Ciudad García, y por tanto encargado de levantar dicha acta, redactó dicho documento, asentando como lugar de origen de su hijo: “En C. García…”;

por el contrario, la Fe de bautizo del poeta comienza señalando “En la Yglesia parroquial de Jerez,…” A mediados del siglo XX, para beneplácito de los ciudadanos y tradicionalistas jerezanos, las autoridades civiles estatales y municipales transigieron y determinaron, en una decisión salomónica, que la ciudad recuperara su antiguo nombre de Jerez, pero añadiéndole al nombre la parte de “de García Salinas”, con lo que, de alguna manera, se reconocía que Jerez fue la cuna de este gran político y gobernante, mientras que por lo que hace al municipio donde está asentada la cabecera, se dispuso que se llamara simplemente “Jerez”, dando fin a esta secular disputa entre tirios y troyanos.