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Injusticia presupuestal para Zacatecas

Jaime Santoyo Castro

“Como la sota moza, Patria Mía, en piso de metal vives al dia, de milagro, como la Loteria”.  

Con esa estrofa, el bardo jerezano Ramón López Velarde en su poema “La Suave Patria” le echó en cara a la nación la injusticia que representa para los zacatecanos la bondad con la que el Gobierno Federal concede a terceros la explotación de los recursos naturales no renovables, como los son los minerales que inundan el subsuelo de nuestra entidad, mientras que a los zacatecanos nos niega, nos quita o nos limita el impulso al desarrollo; como dice el dicho: ¡Candi de la calle, oscuridad de su casa!

El estado de Zacatecas brilla en el escenario mundial por la riqueza de sus minas, y nos llena de orgullo cuando en diversas partes de Europa nos dan razón de algunos instrumentos religiosos que están hechos de plata de Zacatecas y nos hace recordar que prácticamente durante toda la historia nuestra entidad ha ocupado el primer lugar en producción de plata, y luego nos surge la duda: Más allá de ese orgullo ¿qué nos ha dejado a los zacatecanos toda esa riqueza que desde la época de la colonia ha sido extraída? y la respuesta es: Pobreza, enfermedades, insalubridad y falta de desarrollo.   

Nos está pasando lo que aquellos ricos que se dedican a derrochar sus recursos hasta quedarse sin nada, y luego, para sobrevivir, recurren a pedir limosna, pero hay que manifestar que los zacatecanos no hemos intervenido en el derroche de nuestros recursos; nosotros no hemos participado ni en el otorgamiento de las concesiones ni en la extracción de los recursos. Es el gobierno federal quien, fundado en las disposiciones constitucionales, otorga las concesiones a todos tipo de empresas o personas físicas, sin preocuparse porque alguna parte del valor de lo extraido sirva para crear alternativas sustentables de desarrollo para las regiones explotadas, de manera tal que sólo vemos con tristeza cómo se va disminuyendo irremisiblemente nuestro patrimonio.

Imaginemos a una familia que tenga un patrimonio ahorrado para tener recursos para su supervivencia; y el jefe de familia asume el control del ahorro y no solamente prive al ahorrador de la posibilidad de disponer de ellos, sino que le conceda a terceros el derecho de extraer esos ahorros hasta que se acaben, sin que el ahorrador pueda utilizarlos para fomentar su desarrollo económico. ¡Eso es lo que nos sucede!

¿Qué le va a pasar a nuestra entidad el día que se acaben los fondos mineros? No es difícil responder, pues sólo basta con asomarse a Veta Grande, Noria de Ángeles, Francisco I. Madero, Chalchihuites, Jiménez del Teúl, y otras poblaciones, que se han convertido en pueblos fantasmas.

Zacatecas depende en gran medida de las participaciones federales. Las fórmulas de distribución y las decisiones a nivel federal pueden impactar los recursos disponibles para el estado. Los ingresos locales sólo representan alrededor del 8% de sus gastos, y que en consecuencia la Federación le asigna el 92% para sumar el cien por ciento de sus gastos. Con esta precariedad es evidente que ni el mejor administrador podría atender a las necesidades más urgentes de la población y mucho menos puede orientar recursos al crecimiento económico. En tal virtud, no hay otra alternativa: o la Federación le inyecta más recursos a Zacatecas para impulsar su crecimiento económico sostenible, o le reconoce el derecho de disponer de una parte de sus propios recursos naturales, ahorita que aún tiene, para generar alternativas y dejar de depender de la buena voluntad de nuestros Presidentes.

La generación de empleo y la atracción de inversiones son esenciales para aumentar los ingresos estatales, pero para atraer inversiones hay que invertir en infaestructura y en seguridad a efecto de convertirse en lugar propicio para la inversión. Sin recursos no es posible atraer. Con esa finalidad se creó el impuesto minero, del que le correspondía una parte a la entidad y otra a los municipios, particularmente para que se impulsara la generación de alternativas y dejar de depender uncamente de la minería.

Conste que no soy de los que se oponen a que se extraigan los recursos minerales, porque son bienes, y los bienes deben utilizarse para propiciar enriquecimiento y desarrollo; lo que creo es que deben concederse con la participación de las entidades, de manera tal que reciban una parte de los recursos extraidos, a efecto de que generen alternativas de desarrollo sustentables para los pueblos.

No se puede negar que la minería ha sido un pilar económico para Zacatecas, como tampoco se pueden negar los desafíos e inequidades que ha generado. La actividad minera, si no es gestionada de manera sostenible, puede tener impactos negativos en el medio ambiente y en las comunidades locales.
Antes de que se sigan disminuyendo nuestrso recursos naturales, bien valdría la pena en reconsiderar las atribuciones federales, los requisitos y alcances de las concesiones que otorga la federación, para orientar recursos hacia las entidades y poblaciones a las que se les priva de sus riquezas naturales.