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Gays, VIH y discriminación.

  • Antonio Sánchez González, médico.

 La salud refleja las muchas facetas que puede tener la discriminación. Los médicos sabemos que es menos probable que las personas homosexuales tengan una experiencia positiva con su médico de familia que sus pares heterosexuales. Las personas lesbianas, gais o bisexuales tienen hasta un 50% más de probabilidades que los heterosexuales de sufrir problemas en la comunicación con sus médicos cuando necesitan atención por problemas de salud comunes, en general tienen menos confianza en su médico y tienen peores niveles de satisfacción general con los servicios.

Los resultados de diversas investigaciones hechas por grupos médicos prestigiados de Cambridge y Harvard y los datos capturados por activistas en otras zonas del mundo han recogido evidencias que demuestran que las personas homosexuales que tienen peor experiencia en la interacción con quien les da servicios sanitarios tienen más probabilidades de tener mala salud que sus contrapartes heterosexuales. Estos datos evidencian la profunda discriminación que sufren estos grupos de personas debido a su preferencia sexual.

Pero la percepción de algunas comunidades sobre la homosexualidad se acerca al territorio de la caricatura. Debe señalarse que todavía hay grupos médicos que piensan que debería excluirse de sus servicios a las personas que tienen tendencias sexuales diversas por motivos que recuerdan a la segregación por creencias religiosas. Conductas de este tipo van más allá de meramente ofender a la comunidad gay porque, por ejemplo, son parte de la razón por la que se ha perpetuado el peligroso mito de que el VIH es solo una enfermedad homosexual.

La comunidad gay es muy consciente del VIH porque le representa el mejor modelo de discriminación. En los hechos, la infección solía llamarse inmunodeficiencia relacionada con los homosexuales antes de que se descubriera que es posible su transmisión a través de otros medios no sexuales, como el uso de drogas intravenosas. Parece que la historia puede dejar una marca, no solo en las percepciones de los miembros individuales de la sociedad, sino también en las pautas de conducta de las organizaciones públicas y médicas. Todavía es el caso, aunque afortunadamente menos frecuente, que sectores de la comunidad médica perciban que una vez que un hombre ha tenido relaciones sexuales con otro hombre, incluso con un condón, es debido prohibírsele donar sangre de por vida, al punto que algunas autoridades sanitarias se han visto obligadas a manifestar explícitamente que se debe renunciar a esta prohibición para ayudar a mejorar las bajas existencias en los bancos de sangre.

Una vez que la sociedad otorga a una parte de la comunidad un vínculo claro con una infección mortal, como fue el caso de los homosexuales y el VIH, esa comunidad aumenta su cautela. Mientras que el pánico que surgió de los diagnósticos múltiples en los años 80 y 90 entre hombres homosexuales ayudó a alimentar la percepción social entre los heterosexuales de que el VIH era «algo que les sucedió a ellos, no a nosotros», la imagen de hoy es muy diferente.

Consistentemente desde 1999, la mayoría de los nuevos diagnósticos de VIH han sido por contacto heterosexual. Y aunque el número de casos ha disminuido paulatinamente, las cifras siguen siendo escalofriantes y demuestran que muchos heterosexuales no consideran que el VIH sea una infección que pueda afectarlos. El mito de la enfermedad gay puede haber aumentado la conciencia del VIH entre los homosexuales, pero también ha dejado un velo de complacencia en toda la comunidad heterosexual.

Esta percepción no se limita al tercer mundo. Preocupantemente, una investigación reciente del departamento de salud de la ciudad de Nueva York mostró que solo el 23% de las mujeres insisten en que los hombres usen condón durante el sexo anal, en comparación con el 61% de los hombres homosexuales o bisexuales. Estas no son trivialidades: la ignorancia sobre los peligros del VIH y la suposición de que se limita a los homosexuales apunta hacia un continuo aumento en los casos de la infección entre heterosexuales, no por descuido, sino por ignorancia derivada de la discriminación.