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¿Están condenadas las PYMES?

Antonio Sánchez González

Este es un tema que ha inquietado durante mucho tiempo a gobiernos y economistas: el tamaño de nuestras empresas. Durante años, nos hemos comparado con el tejido productivo de otros países de la OCDE, algunos muy notables por tener un gran número de hermosas empresas de mediana capitalización, aquellas que les permiten a esos países ser exitosos a nivel industrial y exportador.

Y, durante mucho tiempo, los sucesivos encargados de las políticas económicas de nuestro país y nuestro estado han pretendido tomar medidas para tratar de liberar nuestras amarras y acercarnos a esos países.

Hoy en día, escuchamos mucho menos sobre el tema de fortalecer a las pequeñas y medianas empresas mientras transitamos estos primeros meses postpandemia y la brecha entre nosotros y nuestros puntos de comparación sigue ensanchándose.

Mientras esos competidores deciden entre la alternativa basada principalmente en las exportaciones y poco en el consumo interno otros han puesto en marcha una serie de mecanismos que facilitan la financiación, relajan la legislación laboral o reducen la carga sobre estas empresas, mientras que nosotros, en nuestra región tenemos pobre consumo, una buena parte del dinero circulante en efectivo, pobres cifras de exportación y somos extremadamente poco competitivos.

El problema, lamentablemente, sigue intacto: estamos creando emprendimientos, pero muchos de ellos son muy endebles y no alcanzan a sobrevivir y no tenemos suficientes empresas de mediana capitalización que se solidifiquen. Eso no ha sucedido nunca en la historia de Zacatecas.

Hay mucho en juego, porque no hemos alcanzado un umbral de competitividad que nos permita, por un lado, ganar cuota de mercado en la competencia nacional y mundial y, por otro, realizar masivamente la -muy zacatecana- ambición de reindustrialización, esa que queremos lograr a punta de buscar en el extranjero. Nuestras pymes son demasiado pequeñas. Las empresas zacatecanas crean muy pocos puestos de trabajo y su nivel de crecimiento sigue siendo bajo.

Nuestro aparato productivo está compuesto por una gran base de pequeñas o muy pequeñas empresas, pero faltan empresas medianas: el tejido productivo zacatecano se caracteriza por un pequeño número de grandes empresas, la mayoría de las veces grupos internacionales, y un gran número de PYME y empresas muy pequeñitas.

Tenemos menos pymes grandes y empresas de mediana capitalización que nuestros principales vecinos, lo que supone una desventaja potencial en la competencia regional e internacional.

Las cifras son claras: en Zacatecas, según las cifras oficiales, la proporción de empresas con 50 a 249 empleados representa menos del 0.5% del total de empresas, y las de más de 250 empleados el 0,2. Y se han mantenido en estos niveles durante décadas.

Una situación que revela las dificultades de las empresas jóvenes para crecer y competir con las más antiguas. Lo que está en juego es estratégico. Nuestra baja proporción de empresas de baja capitalización sigue ocupando a la mayoría de los empleados -en la informalidad- y genera el 30% de la facturación y casi el mismo porcentaje del valor añadido de todas las empresas.

Los problemas son tan profundos que las cosas se mueven muy lentamente. Sus causas combinan cuestiones económicas y psicológicas. Si las empresas de mediana capitalización tienen la misma tasa de inversión que las grandes empresas la de las pymes es más del 50% menor.

En otras palabras, no están en posibilidad de invertir y no crean colchones de seguridad financiera, mucho menos soñar con convertirse en una empresa mediana. No obstante, no estamos intentando crear un entorno más favorable para el desarrollo de las empresas.

Porque, si bien no todas las pymes están destinadas a crecer, cuantas más lo hagan, más harán que nuestro territorio sea competitivo y creará riqueza. Su papel en la balanza comercial tampoco es despreciable: por ejemplo, las empresas de mediana capitalización representan más de un tercio de las exportaciones francesas y alemanas.

Durante años sus gobiernos han tomado muchas medidas para facilitar su crecimiento, muy conscientes de lo que está en juego. Para lograrlo, no es necesario salir a buscar el hilo negro. Primero, es indispensable la eliminación de la serie de trabas que ralentizan el crecimiento.

Un cálculo del IMCO sobre el tema, recuerda que en 2021 los costes relacionados con la normativa y los procedimientos administrativos para las empresas representan más del 5% del PIB. Por otra parte, es crucial la implementación de un sistema de entrenamiento y capacitación, similar a los «campos de entrenamiento» para líderes empresariales, aparecido a mediados de la década de 2000 en los Estados Unidos y que se extendió por todo el mundo desde entonces.

Porque además de una financiación adaptada, estas empresas necesitan un asesoramiento preciso y personalizado. En 2020, un equipo francés de investigadores evaluó el impacto de este sistema a nivel global.

Mostró que la facturación de las pymes sometidas a este régimen aumentó en un 10% adicional en 3 años, el valor añadido aumentó otro 16%, mientras que las inversiones tangibles se multiplicaron por diez. Por último, el programa aumenta 8% la probabilidad de que las PYME de la primera promoción se conviertan en empresas de mediana capitalización.

«Estos resultados sugieren que la capacitación y el apoyo a los empresarios, desprovistos de cualquier componente monetario, pueden producir efectos muy importantes», escriben los investigadores. Parece que las soluciones pueden estar aquí, no afuera