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Enmudecer ante la violencia de género

Las agresiones en el seno de la familia, dejaron de ser asunto de barandilla, ahora implica una movilización de grandes dimensiones, de casi todos los cuerpos de seguridad.

Zacatecas acumula 50 mil denuncias de violencia de género, consecuencia de la convivencia -muchas veces insana- a la que nos obliga la pandemia. Pero las cifras oficiales hablan de casi 80 mil reportes atendidos, es decir hay un universo de casi 30 mil víctimas que fueron agredidas pero que no denunciaron, mujeres que desestiman que la agresión sea violencia: “fueron solo gritos”, “asi nos llevamos”, o “son raspaditas” y hasta factores culturales apoyados en usos y costumbres han influido para enmudecer ante la violencia.

Nunca como ahora, los servicios de emergencia en el 911 han sonado tan continuamente como ahora, avisando de un evento de probable violencia.

Vecinos de casa, familiares, amigos y en muy pocos casos, las víctimas son quienes alertan sobre la necesidad de auxilio en hogares donde se presume que se está cometiendo un acto de violencia.

LA VIOLENCIA ¿ASUNTO PRIVADO?

La exposición a la que se somete la víctima de violencia y que la deja al descubierto es uno de los factores principales que  comprometen a las mujeres al silencio.

Por lo general, en el momento de reportar la posible violencia,  quien llama, pide que los policías lleguen sigilosos.

Son muchos los denunciantes que ruegan a las corporaciones “llegar con las torretas apagadas”, para no provocar la huida del agresor y detenerlo flagrante al momento de cometer el delito; pero en muchos de los casos lo hacen también por pudor, para evitar ser exhibidos.

Pero las agresiones en el seno de la familia, dejaron de ser asunto de barandilla, ahora implica una movilización de grandes dimensiones, de casi todos los cuerpos de seguridad. La Ruta Única de Atención a Mujeres Víctimas de Violencia en Zacatecas, involucra a casi todos los cuerpos policiales, con excepción del ejército.

Al hogar donde se denuncia un presunto acto de violencia llegan la patrulla rosa o la policía municipal, la metrópoli y la policía estatal.

A pesar del disimulo de la sirena, el operativo suele ser casi siempre rimbombante, mientras los curiosos observan con cautela, detrás de las cortinas de las ventanas de sus casas. Nadie quiere delatarse, cualquiera puede denunciar aún sin el consentimiento de la víctima.

En el 40 por ciento de los casos reportados, las corporaciones se retiran luego de verificar la situación, son los casos en los que la persona agredida no aprueba la detención del violentador, ni quiere que proceda la denuncia, desestima la situación porque “fueron solo gritos”, “es solo una raspadita” y ante esta limitante no hay nada que se pueda hacer.

POR QUÉ NO SE DENUNCIA

En México una de cada tres mujeres ha sido o es  víctima de violencia, pero en la mayoría de los casos no existe una denuncia. Son mujeres que están dentro de una espiral de terror, el miedo las invade.

Cuando la violencia es domestica la agresión se ‘esconde’ sobre todo en aquellos casos donde hay una dependencia económica o bien se puede comprometer ‘la honorabilidad’ de la familia.

 Muchas de estas víctimas han sufrido por años de agresiones, con graves afectaciones a nivel físico, psicológico, emocional y moral.

La violencia se calla sobre todo en aquellos casos donde hay una dependencia económica o bien se puede comprometer ‘la honorabilidad’ de la familia.

El silencio ocurre también cuando la víctima no tiene a donde ir, una casa, familia o lugar seguro donde resguardarse para interrumpir la convivencia con el agresor.

Algunas mujeres no saben también  cómo proceder y llenas de miedo se cierran a la posibilidad de tener que afrontar una batalla en tribunales, para la que ya están de entrada, más que debilitadas.

Los prejuicios y el qué dirán o que la familia y los amigos les juzguen mal, el no tener confianza en las autoridades o bien el miedo a quedar solas en la lid, sin que nadie les proteja es otro obstáculo para la denuncia.

Los usos y costumbres, son un factor que determina también la no denuncia. En los sistemas de valores y creencias, la violencia viene legitimada por la desigualdad y la subordinación. La mujer indígena también se enfrenta a grandes barreras que no logra derrumbar. 

CADEM, AC es una ONG que trabaja con y entre mujeres indígenas del centro del país, promoviendo la atención, prevención y erradicación de la violencia de género.

Cuando las mujeres indígenas intentan denunciar la violencia, hay obstáculos enmarcados en el sistema de dominación masculina que obstaculizan su acceso a la justicia”, concluye el organismo.

Esta afirmación se basa en los usos y costumbres que provocan que las instancias de justicia, en la lógica patriarcal, recurren a compadrazgos entre autoridades comunitarias, “solidaridad” entre servidores públicos y perpetradores, y otras barreras como la distancia, la lengua, los costos económicos, y racismo.

Una muestra de la naturalización de la violencia regida hacia la mujer indígena, es el testimonio-difundido por CADEM-  de un juez de distrito de Zacapoaxtla, Puebla, al responder sobre la violencia hacia las mujeres indígenas:

Llegan estos chismes acá, y tengo que aplicar al indiciado una sanción mínima (…) y sobre todo debo procurar la integración familiar. Estos problemas, se dan porque las mujeres no cumplen sus obligaciones; no saben ni moler, y vienen los problemas. Si las mujeres trabajaran, tendrían mejor vida”.

Las inequidades como pobreza, falta de educación, desnutrición, la segregación, la falta de independencia económica, las agresiones físicas o psicológicas, la violencia sutil que desarma a través de la humillación, la condición social y el racismo, la subordinación y también la desvalorización son todas formas que inhiben la denuncia.