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El pueblo no es soberano solo el día de las elecciones

– Jaime Santoyo Castro
El artículo 39 de la Constitución Mexicana señala que “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de este. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
Soberanía significa estar por encima; representa una facultad de mando, de poder, que posee una persona o entidad sobre un sistema de gobierno, territorio o población y en el caso de nuestro país, le corresponde al pueblo, quien la ejerce por medio de los tres poderes, en el ámbito federal o estatal.
Por medio del voto, el pueblo decide a quien otorgarle la conducción de los destinos de la Nación, Estado, Distrito Electoral,  o Municipio. Es un espléndido ejercicio que une la voluntad individual de cada ciudadano hasta formar una mayoría orientada a favor de una persona, de un partido político, de una idea o aspiración.
Es la elección una decisión soberana, inquebrantable, definitoria. Marca el rumbo que la mayoría quiere, y las minorías, aún cuando no lo acepten, deben acatarla.
La soberanía no es una facultad que se agote con la emisión del voto. Es permanente. Se instituye para beneficio del pueblo y éste tiene en todo tiempo el derecho de alterar o modificar la forma de gobierno. Esta determinación del constituyente de 1917 es contundente. No le concede al triunfador el poder de una vez y para siempre. Tampoco para ejercerlo en beneficio personal o de grupo. La confianza debe ganarse todos los días, con hechos, con acciones que beneficien al pueblo,  cumpliendo los compromisos, siendo fiel a la palabra dada; con honestidad y lealtad, con mesura, con responsabilidad, con inclusión, con apego a nuestros principios fundamentales de libertad, democracia, y el pacto federal.
El cargo se gana con promesas, pero la confianza se gana con acciones. El que no cumple, pierde la confianza y pierde el gobierno, pero siempre tiene la oportunidad de recuperarlo si reorienta su accionar. Es decir; si en lugar de lamentarse o echar culpas se dispone a trabajar para beneficio colectivo, lo podrá lograr. Así es de genial la democracia. Nada se pierde ni se gana para siempre.
El pueblo puede olvidar los errores del pasado, a condición de que no se vuelvan a cometer. Debemos recordar que el pueblo no sólo es soberano el día de las elecciones;  lo es siempre!!!