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El ojo del siglo

José Guillermo P.H.

En la era de las redes sociales y los teléfonos inteligentes con cámaras cada vez más sofisticadas, estamos expuestos a una sobrecarga de imágenes que para algunos parecería haber diluido el valor artístico de la fotografía; otros por el contrario hablan de una democratización de la fotografía como medio de expresión cultural.

Lo cierto es que la fotografía atrae cada vez a más personas y la cantidad de exposiciones se ha incrementado notablemente en los últimos años; ante el enorme crecimiento de expresiones, técnicas e ideas; el trabajo de un curador de fotografía se ha vuelto más complejo que nunca.

Toda esta revolución y crecimiento exponencial en torno a la fotografía pareciera haber hecho más relevante que nunca la captura del momento decisivo que el legendario fotógrafo, Henri Cartier-Bresson, conocido como El ojo del siglo, defendiera como parte esencial de la fotografía durante el siglo pasado.

Cartier-Bresson creía que la fotografía era primordialmente fijar para siempre el instante, capturar una parte diminuta de la realidad que nunca más volvería y conservarla para la posteridad, congelando cada pequeño detalle y el espíritu mismo de aquel momento decisivo.

Para él, la cámara era un instrumento de intuición y espontaneidad, no resulta sorprendente pues, que al francés nacido en 1908 se le considere el padre del fotorreportaje tal y como lo conocemos hoy; a sus fotografías se les conoció como imágenes a hurtadillas, pues la espontaneidad del momento y la falta de poses o escenificaciones fueron una gran característica de su trabajo y para muchos, aún es una característica sumamente atrayente de la fotografía, sin demeritar de ninguna manera otro tipo de expresiones en las que se arma una escena añadiendo y eliminando elementos o pidiendo al sujeto asumir poses y actitudes determinadas.

Sin embargo, justamente en esta era de poses y pretensiones, en las que el valor de una imagen se mide por la cantidad de me gusta o veces que se comparte, el mérito de lo espontáneo, de capturar un instante real y amplificar su esencia, hace que el momento decisivo como lo definió Henri Cartier-Bresson, se encuentre más vigente que nunca.