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EL BELLO TRONCO DE LOS ÁRBOLES

Los árboles son los seres vivientes más viejos que existen sobre la tierra. Algunos, como los sequoias de California, pasan de los tres mil años. Otros, como el ciprés de los pantanos y el olivo, viven más de mil. Y las encinas y los nogales tienen también muy larga vida. Un corte transversal del tronco permite establecer la edad de un árbol, al observarse alternados los círculos concéntricos, uno claro y uno oscuro.

Los árboles protagonizan junto a nosotros su propia historia: es secular su relación con los pueblos y sus creencias. Por ello debemos encauzar nuestros esfuerzos a la consecución de un noble compromiso: no pintar los troncos de los árboles, restaurar los que están pintados, difundir información en la comunidad, y ampliar la cultura hortícola local con el objetivo de rescatar su imagen natural y mejorar las áreas ajardinadas. Infortunadamente, el blanqueo del tronco se practica en muchas zonas de nuestro país, con la creencia errónea de que les beneficia y protege contra las hormigas. Quizá ignoremos que las ramas y los troncos de los árboles están por naturaleza convenidos a una corteza sólida que los mantiene intrínsecamente frescos y protegidos, y que las plagas y las enfermedades tienen numerosas sendas de propagación, distintas a trepar por el tronco.

El blanqueo les afecta gravemente y los expone a una enfermedad llamada “clorosis inducida por cal”, que provoca el amarillamiento del follaje y daña el proceso de transformación de sus propios nutrientes, porque al deslavarse con las lluvias, la cal baja disuelta en agua, daña el PH del suelo y lo hace aún más alcalino. Se han encalado también con el criterio de facilitar en los caminos la ruta visual al automovilista.

Aquí es oportuno anotar que en las grandes ciudades con árboles bellos y espectaculares, es remoto pensar en estos hábitos: el encalado es un indicador de baja cultura. Todos los recursos en costos y mano de obra que se emplean en estas prácticas, deberían servir para realizar con los árboles lo que realmente les beneficie. Más que dinero, se requiere conocimiento como punto de partida. Y buena voluntad y capacitación de personal para su cuidado. ¿Quién podría imaginar la heterogénea infinitud de árboles que para nuestra ventura pueblan la Tierra? En todo árbol encontraremos belleza, valor histórico, importancia ornamental.

De cara a una mejor calidad de vida, hoy adquiere mayor relevancia el aporte de los bosques a los bienes y servicios de los pueblos; el aporte a la protección del suelo, a la purificación del agua y, en definitiva, a la seguridad alimentaria.

Al citar el fruto como alimento, rescatemos un ejemplo valioso: entre los frutales se encuentra el árbol del pan, que allá por el siglo XVII lo dieran a conocer unos exploradores ingleses quienes, estando en el Pacífico Sur, se encantaron al ver a los aborígenes cortar unos raros melones con sabor a masa de papa, y advertir que esos frutos eran el alimento principal de su dieta.

Esto trae también a mi memoria aquel poema de Andrés Bello que habla de la hermosura del paisaje y de la belleza histórica y social de los pueblos americanos, cuando aún los poetas “más cultos” desdeñaban estos tópicos: ¡Y para ti el banano/ desmaya al peso de su dulce carga;/ el banano, primero de cuantos En el tramo Ciudad Valles – Tamazunchale, Huasteca Potosina, un número incalculable de árboles han sido extraídos del suelo desde la raíz, en aras de la modernización. Foto: Amparo Berumen, Marzo de 2023 concedió bellos presentes./ Providencia a las gentes/ del Ecuador feliz, con mano larga…

Por muchas razones, el árbol es concebido en todas las culturas como un símbolo que asume hondas significaciones. Recordemos que algunas disciplinas contemplativas se practican bajo los árboles, debido al magnetismo y a la energía que de ellos emanan, profesándose que bajo sus largos brazos, verdes y esperanzadores, ahonda el hombre en la paradoja central de la existencia.

Nombremos si no, las raíces del hinduismo que se remontan a los Vedas de hace cuatro mil años, e incluso a las que vienen de tradiciones orales más antiguas aún. Una parte preternatural de las Escrituras Indostánicas habla del Árbol de la Eternidad, que se ensancha y baja desde el cielo hasta la Tierra…

Bajo la sombra de los árboles pueden hallarse nuevos signos en la Naturaleza, como son los graves efectos que nuestras acciones tienen sobre la Tierra. Por el bien de la arborización, disfrutemos los troncos en su esplendor natural: los hay ocres, verdosos, excelsos con textura de cáscara; también los hay casi blancos y lisos; son inspiradores el tallo rectilíneo de las palmeras y de los platanales entre muchos más.

Por la conservación de este valioso patrimonio natural, urge que los ciudadanos de todos los sectores evaluemos el noble objetivo de no pintar los troncos de los árboles. No hablo esta vez de formular proclamas ecológicas, sino de seguir enarbolando una causa invencible con humilde autosuficiencia.